Esta excelente ficción escrita por mi amigo Gaby (fetty) de Mazmorra-com, es como la proyección en
un cuento de todas las confidencias y deseos que hemos compartido en innumerables privados vividos con él. La realidad del ahorcamiento que experimentamos algunas veces en la realidad de una sesión especial, aparecen aquí como la culminación de un largo pasaje por las mil torturas y sufrimientos que, me parece, toda masoquista desea y anhela. No todos fueron reales, claro que no. Algunos de los mencionados serían posibles en ese mundo de la ficción y no en la realidad tangible. Y luego, el broche de oro: ser cocinada. Con la precisión descriptiva de un sutil y dedicado observador -me recuerda a Ruíz Zafón- hace actuar a su protagonista de un modo exasperante para el deseo, que culmina como se puede cualquiera imaginar si alguna vez anduvo por Dolcett. Aquí les dejo esta estupenda pieza literaria de la temática Sado. Espero que la disfruten tanto y tan intensamente como yo misma. Incluyendo estertores y conmociones...
Primera
Parte – La celda
La tarde
caía, el último rayo de sol que entraba por la ventana trataba de sobrevivir en
la sombría celda. Húmeda y fría, Soledad sentada en una descalabrada silla de
madera, apenas un abrigo sobre sus hombros para mantener el escaso calor de su
cuerpo. Un plato de metal rayado sobre la mesa despareja contenía un pan blanco
mordido por ella y un vaso de agua a la mitad. La cama yacía al costado, su
colchón desfigurado por el tiempo, manchado por sus sudores y por las heridas de
su cuerpo causadas por sus verdugos sexuales. En el fondo sabía que no se podía
quejar, hacía mucho tiempo que quería vivir la experiencia de una condenada, y
lo había logrado, pero eran muchos días, quizás treinta, a lo mejor cuarenta,
hacía rato que había dejado de hacer marcas en la pared, al principio sí, pero
con el correr de los días ni siquiera se podía mantener en pie cuando terminaban
con ella, usada de mente y de cuerpo al extremo. Sus captores solo la tiraban
sobre la cama, le dejaban la comida insulsa, mitad en el plato, mitad
desparramada sobre la escuálida mesa.
El único
deleite que tenía era sentir la pesada puerta de barrotes de acero, cerrándose,
sabía que por lo menos tendría una noche corta para recuperarse de tantas
atrocidades sexuales; en el mejor de los casos, lo más probable es que la
despertarán a media noche o la madrugada y la obligaran a recibir un castigo, a
veces tenía suerte y recibía un poco de placer, pero ocasionalmente. El placer
siempre era para los otros, ella era un hembra a la que no se le tenía
miramiento alguno, sólo satisfacía al resto y sólo recibía algo cuando estaba a
punto de desvanecerse, sólo ahí se la consideraba.
Desde el
primer día que estuvo en cautiverio recibió todo tipo de brutalidades, desde ser
estaqueada sobre el césped al sol durante horas enteras mientras decenas de
hombres la penetraban una y otra vez por su vagina y su boca, chorreando de
semen por todas partes, inmóvil, sin poder hacer nada, hasta las veces que la
ataban colgando boca abajo, atada como un matambre y todos la usaban para
descargar sus ganas.
Días
enteros de cepo, recibiendo pijas enormes en su culo, hasta hacerlo sangrar o
cuando la llevaban a la pared para azotarla. También estaban los días de
parrilla, esa cama sin colchón, de elásticos vencidos y oxidados donde la
esposaban y el verdugo le hundía la picana en su concha y tetas sin ningún tipo
de compasión.
Llegó a
perder la noción de cuantas veces lloraba y gritaba y de cuantas veces tenía
orgasmos, ya era todo lo mismo, se sentía una masa de carne, sin derecho a nada,
sólo al derecho de otros y otras.
También
había días de reuniones de mujeres sádicas, que se divertían con ella hundiendo
sus enormes strapones en sus agujeros ya cansados y dilatados al máximo.
O cuando
era colgada del pelo y a los pies se le ponía un recipiente de agua hirviendo
para que no pudiera apoyarlos.
Además,
estaban todos los aparatos de tortura imaginados que parecían sacados de la
misma inquisición, diseñados para las brujas de la época, desde las peras de
todos los tamaños que habían sido probadas en ella, hasta la filosa y conocida
cuna de judas dónde era sentada mientras la penetraban por los dos agujeros que
le quedaban libres.
Ya había
probado el semen de todos sus captores y olido y saboreado los flujos de todas
las AMAS que iban a deleitarse con ella sin piedad, disfrutando como se retorcía
de dolor con los juguetes que ideaban para Ella.
Mientras
pensaba todo esto, escuchó una de las puertas del recinto abrirse lejos de la
celda, y los pasos de varias personas que hacían crujir el piso de la gastada
madera.
En ese
momento se percató que era el final, así lo había pactado meses antes, no saber
qué día sería el último, era en lo único en lo que la habían respetado, hacía un
par de días que no la molestaban demasiado, de alguna manera se había recuperado
su cuerpo y su alma, lo suficiente para afrontar el final.
Segunda Parte – La preparación
El
séquito se paro delante de la celda, eran varias personas, hombres y mujeres,
todos estaban vestidos con túnicas negras.
Una
corriente de aire hacía bambolearse la única lamparita que colgaba del techo
distorsionando las sombras en su movimiento.
El
carcelero puso la pesada llave en la cerradura y giró un par de vueltas, la
puerta se abrió lentamente por su propio peso hacia adentro haciendo un ruido
molesto, recordando el aceite que no se le ponía desde hacía años.
Soledad
apenas podía levantar la mirada, su rostro de alguna manera irradiaba
conformidad, de alguna manera se libraría de tanto placer y sufrimiento
acumulado en el tiempo.
El
carcelero la invitó a levantarse, de manera cordial; le parecía extraño que esta
bestia que hasta ayer la trataba como un animal hoy tuviera tanta cortesía.
Soledad
se paro, su piel tenía escoriaciones por todos los lugares, se sentía sucia,
pegajosa, su concha aún expulsaba resto de semen.
Varias
mujeres avanzaron hacia ella, la rodearon y la invitaron a que las siguiera. Así
dejo la celda, “¿a la que nunca más entraría”? se preguntaba mientras abandonaba
la misma. ¿”Quién sería la próxima”? Si pudiera hacer algo para avisarle a la
siguiente lo hubiera hecho, no quería que nadie pasara por lo que pasó ella.
Era un
proceso brutal de como con el correr de las horas se pasaba de tanta
satisfacción al dolor más profundo del alma. Ningún tipo de placer justificaba
tanto sufrimiento, pero era tarde, habría otra igual que ella a los pocos días
ocupando la misma celda, cada una había dejado algún legado para la otra.
Soledad
también había dejado su marca. En unas de las patas de madera, grabado con sus
propias uñas porque jamás le dieron cubiertos para comer, se leía: “Soy soledad,
habito el infierno creado por mí, no me arrepiento, Julio 2017”
Apenas podía caminar, tenía
pocas fuerzas pero ayudada por las mismas Amas que le habían causado sufrimiento
se fue abriendo paso por lugares de la casa que no conocía, sentía que las
puertas se cerraban a su espalda. Finalmente llegó a una habitación toda blanca
con enorme ventanal que daba a un hermoso jardín de invierno. En el medio había
una especie de jacuzzi, repleto de agua de donde salía bastante vapor, el agua
estaba un poco jabonosa. Olía a rosas y claveles, se preguntaba como a tan pocos
metros de allí podía existir el averno mismo.
Una de
las mujeres le saco los harapos que tenía por ropa, la tomó de la mano y la
obligó amablemente a que se sumergiera en el agua.
Con ella
entraron varias mujeres más, lentamente cada una de ellas se dedico a una parte
de su cuerpo. Sumergían las esponjas en el agua y luego las exprimían en sus
senos y espalda, luego la hicieron sentar, el agua le llegaba a la mitad de los
pechos.
Muy
despacio la fueron limpiando, una de ellas acariciaba su clítoris para sedarla,
Soledad de dejo hacer, era la primera vez que recibía un poco de placer para
ella sola después de semanas. Las mujeres hundían sus dedos en su culo y en su
concha, relajándola, otras lavaban su pelo. Las Amas importantes estaban paradas
alrededor del jacuzzi observando que todo fuera como tenía que ser. A esta
altura ya no había más hombres en el recinto, sólo Soledad y sus anfitrionas.
El baño
duró más de una hora, Soledad pudo tener varios orgasmos, hasta inclusive le
dieron sexo oral, de una manera tan lenta y extraordinaria que nunca en su vida
había experimentado una lengua de mujer tan dulce en su vulva. Sin lugar a dudas
todas ellas habían venido de lugares remotos, para darle el último placer,
estaban muy bien entrenadas y sabían muy bien qué hacer y dónde hacerlo. Entre
ellas no hablaban, sólo se dedicaban a satisfacer el cuerpo de Soledad.
Cuando
salió del agua su cuerpo olía a flores silvestres, su piel había tomado un color
rosado, como si hubiera vuelto a la vida de golpe, la secaron suavemente con
toallas de algodón egipcio, eran tan suaves que curaron toda su piel, se sintió
mujer de vuelta. Cuando quedo totalmente seca, la hicieron sentar y empezaron a
peinarla, cortaron parte de su pelo, dejando una pequeña melena con el cuello
todo libre, al verse en el espejo de baño se observó hermosa, radiante, sus
senos parados, su culo redondo como una tinaja, realmente su glamur irradiaba
celos a todas la demás.
La puerta
de uno de los vestidores se abrió y eligieron un vestido para ella, la AMA
principal señaló cuál: era simplemente hermoso, un vestido stapless, bordó claro
virando al rojizo, de tul, con encajes en los bordes.
Parecía
hecho a su medida, se ajustaba perfecto a su cadera y pechos, la falda apenas
por debajo de la rodilla. Se sentía tan cómodo y agradable, sin ropa interior,
era como parte de su piel.
Luego se
abrió otro vestidor, cientos de zapatos, pulseras y colgantes aparecieron.
Esta vez
la AMA eligió unos zapatos de tacos altos, delicadísimos, color negro profundo,
con los lados abiertos y una pulsera decorativa a la altura del tobillo, tipo
D’Orsay con incrustaciones de metal dorado.
Se sumo
una gargantilla, ajustada al cuello, del tono de los zapatos y el mismo
material, con una piedra del mismo color del vestido.
Brazaletes dorados y anillos al mismo tono en ambas manos.
Pintaron
sus uñas del mismo color del vestido, la maquillaron con sombras celestes tenues
en sus ojos y resaltaron sus pestañas, un proporción justa de rosados en sus
mejillas, ya habían pasado casi dos horas Soledad quedó vestida como para una
fiesta, su fiesta final.
Tercera Parte – La cena
Soledad
parecía una reina, parada frente al espejo la hicieron girar una y otra vez, su
vestido se levantaba sensualmente, todas las presentes la miraban con ojos
lascivos, estaba perfecta.
La domina
principal se acerco con un frasco, Soledad reconoció de inmediato el cristal de
baccarat con sus incrustaciones de diamante y oro, perfume de Clive Christian,
Imperial Majesty, el más caro del mundo, reservado para las Reinas Imperiales,
sintió su hermosa fragancia a vainilla, limón, cardamomo, jazmín, bergamota y
laurel, totalmente floral, unas pocas gotas tocaron su piel. Ella quedó
simplemente brillante, era el toque que le faltaba.
El jardín
de invierno se había opacado, la tarde estaba llegando a su fin y Soledad fue
invitada a dejar la sala de preparación, atravesó nuevamente pasillos y
recovecos, mientras caminaba notaba por las ventanales el parque de la mansión,
había llegado vendada, ahora lo veía en toda su extensión, y decenas de luces se
cruzaban en las copas de los pinos y alerces uniformemente distribuidos, dedujo
que eran luces de autos que estaban llegando y estacionando sobre el césped,
hasta pudo ver algunos invitados bajando de los suntuosos vehículos, los hombres
vestidos de frac y las mujeres con largos vestidos de noche como si fueran a una
función de gala.
Mientras
pensaba en todos los invitados, si vendrían de lejos, cuanto habrían pagado para
esta fiesta tan especial, si algunas de esas mujeres tan hermosas desearían
estar en su lugar, mientras reflexionaba todo esto, la hicieron girar a la
izquierda, un nuevo recinto y estadía la esperaba.
Un
ambiente con ventanales amplios, miraban hacia la pileta, pudo ver personas con
copas en la mano conversando, algunos sentados a pequeñas mesas, todo lo veía de
lejos, a través de los enormes paneles de vidrio opacado por las cortinas de
seda.
En el
medio de la habitación, una mesa redonda, impecablemente puesta, con finas copas
de cristal, cubiertos de plata con detalles en dorado en los mangos haciendo
juego con el borde de las copas y mantelería en general. Un arreglo de flores en
el centro, lirios del valle con bulbos de tulipán, su fragancia invadía todo el
ambiente. Reconoció la etiqueta del borgoña Francés que estaba al lado de las
copas, Henri Jayer Richebour Gran Cru.
A cada
lado de la mesa había dos Maitre, vestidos de traje, camisa blanca, traje negro,
corbata roja cada uno de ellos.
Le
retiraron la silla y la convocaron a sentarse. Al minuto le trajeron la lista de
lo que podía elegir para su cena, Caviar Almas, Hongos Matsutake, carne de
Wagyu, Atún de Aleta Azul, Papas la Bonnete, Trufas Blancas.
Luego de
pensar unos minutos eligió la carne con las papas Bonnete, y de entrada unas
trufas blancas y un poco de caviar.
Descorcharon el vino, le sirvieron media copa, mientras lo saboreaba notó que
había en un extremo de la habitación un par de biombos, prolijamente adornados,
con paños de seda color beige.
Le
parecía que había algo detrás de ellos, así que se acerco despacio, corrió los
dos biombos, se encontró con una mesita larga lleno de instrumentos de tortura.
Los mismos que habían usado con ella. Los fue repasando con la mirada, y cuando
fijaba la vista en uno en particular se le erizaba la piel, revivía el momento
en que lo habían usado con ella, rememoraba sus propios gritos de dolor y
estremecimiento, cuando suplicaba piedad, que pararan de hacerle lo que le
estaban haciendo.
Tomó un
sorbo del exquisito vino, justo en el momento que le traían el primer plato, se
acercó a la mesa, el aroma espléndido. Pinchó una pequeña trufa, la saboreo
intensamente, se paró nuevamente hacia los biombos, con el plato en la mano,
serpenteó la mesa larga con los elementos de tortura y corrió los otros dos
biombos que estaban atrás.
Para su
sorpresa descubrió dos cruces de San Andrés, en cada una de ellas dos cuerpos
esbeltos, encapuchados y amordazados con una bola clásica de castigo en su boca.
Las cruces estaban montadas separadas de la pared, sobre una base firme, de esta
manera se podía caminar por detrás de ellas si se deseaba.
Podía
percibir el aliento de ambos, una respiración desordenada, asustada. Mientras
seguía saboreando su bocado caminó alrededor de ellos. Reconoció esa pija
enorme, la misma que le rompía su culo una y otra vez sin parar mientras estaba
en el cepo. Se acordó muy bien que a veces no estaba en condiciones de recibir
sexo anal, pero a su verdugo no le importaba, a tal punto que muchas veces
generaba que Soledad se ensuciara con sus propios desechos, quedando chorreada
por días enteros, sin poder lavarse porque sólo podía hacerlo dos veces en la
semana. Pero a esa bestia no le importaba nada, y se la ponía y sacaba sin
piedad, esa enorme verga, ensuciándola como a una hembra animal desamparada, esa
verga que luego le obligaba a chupar y tragar su semen con su propia suciedad.
El animal nunca paraba, a veces estaba horas enteras fornicando su culo
desgastado y sangrante, le hacía paspar las nalgas, infecciones invadían su
piel. Si, está era la pija de Amo Enrique, flor de hijo de puta.
La otra,
era inconfundible, Ama Selene, la misma que le ponía la pera de inquisición en
el culo para abrirlo, durante horas enteras debía soportar esa tortura, y
soportar el jengibre que le daba una picazón impresionante, la hacía llorar una
y otra vez. Pero no sólo la pera era su artefacto preferido, también le gustaba
la horquilla, un perno que hacía de soporte entre la barbilla de la cabeza y el
esternón, estirando la cabeza hacia arriba sin posibilidad de moverla, mientras
todos los machos metían su pija en la boca y descargaban con furia su semen.
Como podría olvidarse, imposible.
Mientras
pensaba en las atrocidades que le habían hecho estos dos animales uno de los
Maitre le explicó que tenía la orden de informarle que estos dos cuerpos estaban
a su entera disposición, podía hacer lo que le pluguiera con ellos.
Soledad
emitió una sonrisa mezclada con sadismo y venganza.
Mientras
seguía degustando su bocado, miraba fijamente a los ojos de ellos, pasaba cerca
de sus cuerpos, imponiendo ahora su poder. Camino entre la cruces y la mesa con
los dispositivos de torturas, pasando la yema del dedo por encima de cada
artefacto, como queriendo sentir cual sería el más apropiado para usar y
transformar esos cuerpos a la nada misma.
Se
dirigió nuevamente a la mesa, se sentó cómodamente, llenaron de vuelta su copa,
y espero su segundo plato mientras tomaba un sorbito de exquisito vino.
Se
deleitaba con cortar despacio su comida y lentamente llevarla a su boca mientras
miraba fijamente hacia las cruces.
Hizo lo
más largo posible su cena, sabía que el tormento sería mayor para los indefensos
crucificados.
Cuando
terminó el plato y esperaba su postre, se levanto, tomo una par de guantes de
látex, no quería que su piel rozara el cuerpo de estas dos alimañas, se los
ajusto perfectamente. Tomo una palillo para inserción de la mesa de metal,
apenas filoso, diseñado para causar corte mínimos y superficiales, luego llenó
una jeringa con el medicamento adecuado y clavo la jeringa en la verga del
macho, en la base y luego un pinchazo en los testículos. El medicamento era un
vaso dilatador extremo, conciente que le había aplicado cinco veces la dosis
normal, al límite para que no le diera un infarto. Hizo una argolla con una
pedazo de soga y luego un torniquete en la base del pene, y lentamente empezó a
roscarlo, más y más y más, la sangre ya no iba a volver, así que el pene se
empezó a hinchar como una berenjena, de rojo paso a morado y casi a un azul
oscuro, la cabeza tenía el tamaño de un limón, los gemidos de dolor no tardaron
en llegar. Por último el palillo de metal de unos treinta centímetros de largo
lo hundió sin compasión en la uretra, haciendo salir un flujo de sangre y semen
por la erección, por unos segundos el macho se desmayó, pero Soledad lo despertó
enseguida apretando sus orejas hasta hacerlas sangrar con una pinza que encontró
sobre la mesa, el pobre hombre empezó a desangrase por la uretra, soportando uno
de los peores dolores existentes, hasta orina salía por el orificio. Para
terminar, con otro palillo afilado atravesó los dos testículos, y puso una de
las peras en su culo y la abrió hasta que desgarro el esfinter, toda la zona
baja era una canilla de sangre, semen, orina y excrementos. El pobre animal
lloraba y se movía para todos lados, pero no podía hacer nada.
Para la
yegua que seguía en orden, tomó un punzón y un martillo, busco la zona blanda
debajo de la barbilla, presento el punzón y de un solo golpe perforó la base del
paladar y lengua. Luego agarró la misma horquilla que usaban con ella, pero
esta vez una de las puntas apoyaba en el esternón y la otra se metía por debajo
del paladar perforado haciendo fuerza sobre el paladar superior de la boca, lo
estiro tanto que casi le fracturo las vertebras del cuello, llevo el cruel
aparato al máximo de la rosca.
La yegua
no paraba de llorar y gemir. Seguidamente envolvió una de las copas de cristal
en una servilleta y golpeo la misma varias veces contra la mesa, cada pedazo
cortante de la copa lo puso a presión dentro de la boca de su víctima, algunos
pedazos se incrustaban en el paladar y labios, otros seguían de largo hasta su
garganta y esófago. Desde la boca hacia abajo todo se lleno de sangre.
Falta agregar fotos.
Tiró con
satisfacción las cosas que le sobraban sobre la mesa y fue a buscar su postre:
Sandía de densuke black. Mientras lo comía se paseaba lentamente alrededor de
los dos infelices que no paraban de quejarse del dolor extremo. Se llevaba un
bocado a la boca, se acercaba a ellos, a su cara, a pocos centímetros, y
mientras tragaba deleitándose los miraba con una sonrisa ingenua y sádica al
mismo tiempo, como diciéndoles: “no sabes que rico es lo que estoy comiendo…”…
“¿te duele?...”, cuando acabo su porción fue a buscar su café, le encantaba el
aroma de café y ya estaba servido.
Mientras
sorbía la humeante bebida no paraba de ver a sus damnificados que seguían
retorciéndose por el suplicio.
Cuando
tomó su último trago apoyo la taza de fina porcelana en la mesa. Se levando muy
lentamente, agradeció a los caballeros que estuvieron a su lado para atenderla,
les sonrió, y ellos asintieron con la cabeza como muestra de respeto, lentamente
se dirigió a la mesa, delicadamente pasó la yema de uno de sus dedos por los
distintos filosos cuchillos que estaban en exposición, eligió uno, ni muy
grande, ni muy chico, con hermoso mango de plata.
Jugando
desplazaba el filo del cuchillo por la piel de la Yegua, eligiendo que parte
cortar, despacio, ni muy profundo ni muy al ras realizo algunos dibujos sobre
las tetas. A final la punta del cuchillo se estacionó en la vulva, unos dos
centímetros dentro, la miró a los ojos, podía sentir como temblaba de miedo,
como se atormentaba por lo que vendría, y entre medio de unas de esas
respiraciones arrítmicas por el terror, en un movimiento como un rayo, desgarró
su concha hacia arriba.
Con la
otra mano soledad hundió una de las peras que quedaban en la mesa, así como
estaba, medio abierta, el corte en la concha permitió que entrara y quedara
agarrada como un anzuelo, el padecimiento se convirtió en brutal y absoluto.
Usando el
mismo cuchillo, al pasar frente a la otra bestia, clavo la punta del mismo
después del torniquete, la punta se asomó del otro lado del pene, la cruz fue
sacudida por la reacción del cuerpo, deslizó la hoja a lo largo abriendo la pija
en dos mitades, luego tiró el cuchillo arriba de la mesa, salió de la habitación
dejando a los dos moribundos a su suerte, con una sonrisa sádica que brotaba
desde su alma dejó el recinto donde había disfrutado de su última cena.
Cuarta Parte – La conversación
Transitó
el pasillo nuevamente, y entró en la última habitación dónde había una hermosa
mujer en la puerta esperándola, era su amiga de años, con la que habían
transitado tantas experiencias, ambas sonrieron pero no se hablaron. Al instante
supo Soledad que algo bueno la esperaba adentro y así fue. Una vez traspasado el
umbral la puerta se cerró.
La
habitación era hermosa, alfombrada en tono rojo que hacía juego con su vestido,
un sillón de dos cuerpos acompañados de sus compañeros, tapizados en un tono un
poco más oscuro que la alfombra. Un gran hogar de casi tres metros sobre la
pared de ladrillos. Grandes leños al rojo vivo ardían lentamente.
Sobre la
mesa ratona de roble, dos copas y una botella de de coñac de Remy Cointreau, una
de los más caros del mundo.
En uno de
los sillones, medio de espaldas estaba su nuevo anfitrión.
-
Ven soledad, pasa, me da mucho
agrado sentirte tan cerca, sentir tu voz, tu respiración, la extrañé mucho…
-
Hola Nacho, yo también te
extrañé, sólo Dios sabe cuánto te extrañe…
-
Siéntate al lado de mí, cerca,
quiero tomar tus manos, palpar tu calor, ver mis ojos en tus ojos.
Se
quedaron en silencio ambos, la vida contenida en un par de segundos, la luz del
fuego se reflejaban en las lágrimas que brotaban de los ojos de Soledad; Nacho
también tenía los ojos húmedos. Si ambos hubieran podido parar el tiempo, lo
hubieran hecho en ese momento, el ambiente se lleno de paz, de amor, de esa
energía que le da sentido a vida, no había palabras que describiera lo que ambos
estaban sintiendo. Se sirvieron un poco de licor, luego Nacho rompió el
silencio:
-
Te amo soledad, te amé
siempre, nunca he dejado de amarte un instante en esta vida. Tuve que elegir
soledad, ¿Qué podía hacer Soledad? Debía darte todo lo necesario, todos los
medios, todas las experiencias para que pudieras convertirte en una mujer
completa, en una verdadera mujer en el sentido más amplio de la palabra, porque
a pesar de mi dolor sé muy bien lo que deseas en lo profundo de tu ser. Estamos
llegando al final de nuestro camino, te pido perdón si alguna vez no hice lo
correcto contigo, hice lo mejor que pude, te traje hasta aquí en contra de lo
que deseo íntimamente, no quiero perderte, no estoy preparado para eso, pero es
lo que tengo que hacer para lograr tu felicidad absoluta…
Soledad
acaricio la cara de Nacho mientras que con su otra mano buscó la suya como
diciéndole acá estoy, al final de camino, también estoy…
- Te amo Nacho, pude haber
hecho miles de cosas, pero siempre has sido mi Norte, mi fin, mi medio, mi
camino, todo lo he hecho por vos. Te amo totalmente y no hay lugar para nadie
más dentro de mí. Te amo con la fuerza de mil volcanes y con la quietud de un
lago, te amo desde siempre. No tengas pena por mí, es lo que deseo, es lo que
deseo desde que nací, y gracias a vos voy a poder llegar a mi meta. No me vas a
perder nunca, todos los recuerdos son tuyos, nadie te los va a quitar. Yo no
puedo ser distinta a lo que soy, agradezco a la vida que te hayas cruzado en mi
camino, que me hayas acompañado en la búsqueda de mi misma. Acuérdate de mí
siempre, es el mejor regalo que me puedes hacer, acuérdate de mi todas las veces
que la vida te lo permita, acuérdate de mí y no habrá lugar para el dolor, no
derrames lágrimas más de las necesarias, hubiera sido mucho peor no habernos
conocido, prefiero esta separación a no haber sabido nunca nada sobre ti. Te amo
con el corazón lleno de dicha, con cada instante vivido juntos grabados a fuego
en mi retina, te amo Nacho, simplemente te amo, nada más y nada menos, el
destino nos puso en este lugar, no te apesadumbres por esto, debemos ser
fuertes, y seguir hasta el final. Nada de lo nuestro se va a desvanecer, nuestro
vínculo estará intacto por toda la eternidad, confía en mi Nacho, confía, la
soledad de estos cuarenta días me ha hecho un poco sabia, un poco melancólica,
ahora puedo ver las cosas desde otro lugar, estamos hecho el uno para el otro,
vos también tienes que vivir mi partida, es tu deber, no te rindas ahora, yo te
voy a dar la fuerza que te pueda faltar. Mi amor hacia a vos no se va acabar
hoy, no va a dejar de existir, nada puedo destruirlo, ni alterarlo, hoy se
abrirán puertas que jamás imaginamos que se podrían abrir. Te amo Nacho, no te
olvides de nuestras cosas vividas y yo siempre estaré con vos…
Nacho se
arrimó a ella y la invito a pararse, la abrazó con fuerza, ese tipo de abrazo
que perfora el alma, que cura todas las heridas como un bálsamo, que hace
olvidar las tristezas y que les recordaba que no estaban solos, que eran parte
de un mismo ser y que nada destruiría lo que había entre ellos.
- Nacho,
hagamos el amor una vez más, los invitados pueden esperar, tengo tanta necesidad
de sentirte, quiero hacer mi último viaje con tu sabor, por favor, es lo único
que te pido. Nacho hazme tuya como siempre lo has hecho, por favor.
Él
desabrochó el vestido, Soledad se acostó muy cerca del fuego sobre la alfombra,
Nacho se acostó encima de ella, intercambiaron los besos más tiernos de todos
sus encuentros, hicieron el amor en una posición normal, ya no había dominador,
ni dominado, sólo una pareja que se amaban y se entregaban el uno al otro,
fundiéndose, dándole lo mejor que cada uno tenía al otro. Soledad saboreo la
piel y estuvo colmada de satisfacción que el último hombre que tocó su interior
fuera Nacho, no hubiera podido ser de otra manera. Soledad en ese momento sintió
tanta paz y dicha al mismo tiempo, se quedaron dormidos un par de minutos en esa
posición.
Finalmente golpearon la puerta levemente, ellos tan sólo se miraron, y
agradecidos ambos se despidieron sin decir palabra, sólo con la mirada.
Soledad
se calzó el vestido nuevamente. Se dirigió a la puerta: “Adiós Nacho, te llevo
conmigo para siempre, gracias, perdón, te amo……”
Nacho se
quedó en la habitación mirando perdido los leños del hogar, se sirvió un poco
más de licor, había lágrimas en sus ojos…
Quinta Parte – Ahorcamiento
Llevaron
a Soledad a la última habitación, ahí se tomaron varios minutos las Amas
principales para arreglara nuevamente, acomodaron su vestido, peinado, repasaron
sus sombras en los ojos y maquillaje en general.
Después
las escoltaron dos Amas adelante y dos Amas detrás, esperaron hasta que la
puerta final se abriera.
Finalmente el cerrojo lo hicieron girar desde afuera, la espera le pareció
interminable, delante de ella una alfombra de color negro, unos treinta metros
de largo o un poco más, tanto del lado derecho como del izquierdo estaban los
invitados, sentados en sillas blancas, calculo unos cincuenta. El camino estaba
flanqueado cada tanto con antorchas, al final se encontraba el cadalso. Verlo le
cortó la respiración.
El
Séquito empezó a caminar lentamente, ella lo seguía, la alfombra estaba apoyada
sobre un deck de madera, sólo se sentían los tacos de sus zapatos al caminar,
cuando llegaron a la mitad del recorrido, las dos Amas que estaban adelante
dieron un paso a los costados, y pasaron a escoltarla con las dos otras Amas
desde atrás.
Ahora
podía ver todo el panorama, la tarima estaba elevada unos dos metros, se accedía
por una escalera que estaba flanqueada por dos caballeros. En cada punto
cardinal del cadalso también había una antorcha. El travesaño de donde colgaba
la horca iba de un borde al otro, cubría todo el ancho de la tarima.
Rápidamente alcanzó las primeras filas de invitados, a medida que traspasaba las
filas, las personas se ponían de pie y se situaban detrás de sus sillas, era una
clara señal de respeto, esto la emocionó sobremanera.
Una Ama
que estaba sobre las tablas se acercó a ella para ayudarla a subir los primeros
escalones. La misma Ama la acomodó sobre la trampa, un enorme rectángulo, la
hicieron parar justo en el medio.
Desde la
última puerta que había partido venían caminando tres mujeres, cada una con una
bandeja de plata en la mano, en la primera bandeja se veía claramente los
cinturones de cuero negro con la cual atarían sus extremidades, dos para las
piernas y dos para sus brazos. La segunda bandeja eran unos guantes de látex y
un frasco de cristal con un gel especial que usaría una de las Amas para hacerla
orgasmear antes que se abriera la trampa. La tercera bandeja llevaba el arnés
que se combinaría con el nudo de la horca para evitar que se le rompiera el
cuello y que estuviera consciente muchísimo tiempo mientras se ahorcaba muy
lentamente.
Cuando
llegó la última mujer con la última bandeja arriba del cadalso, una de las Amas
tomó el arnés, bajó un poco el vestido por debajo de los pechos y acomodó el
dispositivo, una tira por debajo y otra por arriba de los senos, las dos cintas
de cuero se unían en el medio fuertemente, esto hizo que las tetas de Soledad se
pararan automáticamente apuntado al público. Completó la operación pasando unos
aros a modo de bretel, cerrando sobre la espalda con una argolla de acero, el
dispositivo quedó fijado.
Luego le
sacaron la gargantilla, los aros, las pulseras y anillos, acomodaron todo sobre
otra bandeja y una de las sumisas ayudante bajo las escaleras y se las entrego a
Nacho que estaba de pie al costado.
Acto
seguido tomaron los cinturones pequeños, amarraron sus tobillos y sus muñecas
atrás. Luego los otros dos cinturones se usaron para atar sus muslos y sus
brazos. Soledad quedó inmóvil, ayudada a sostenerse por una de las mujeres.
Por
último subió el verdugo, estaba encapuchado, así era la tradición, nadie sabía
quién era, reviso todos los cinturones y el dispositivo agarrado a los pechos,
hombros y espalda de Soledad. Alcanzó el nudo de la horca, lo abrió al tamaño de
la cabeza de la ajusticiada, lo bajo hasta el cuello, dejando el nudo atrás de
la nuca, para garantizar que se asfixiara parejo, muy lento, sin producir en la
piel traumas ni en la carótida que la llevarían al infarto, el espectáculo tenía
que durar los más posible. Al final saco una cadena de su bolsillo y unió el
nudo de la horca con la argolla del arnés especial, varias veces verificó que la
longitud de esta cadena fuera la exacta, un centímetro de más y la víctima se
quebraría el cuello y entonces la muerte no sería lenta.
La
ejecución estaba prevista para las nueve de la noche y faltaban sólo unos
minutos, entonces dispuso de la barra que accionaba la trampa y la enrosco hasta
el tope, hizo un ademán al Ama principal. Esta asió el frasco de cristal con el
gel, se calzó los guantes, hundió la mano en el frasco y se colocó detrás de
Soledad, por detrás, fuera de la línea de la trampa.
El
verdugo ajusto la soga al cuello y se paró al lado de la palanca. Otra Ama
Asistente con un cuchillo desgarró a lo largo todo el vestido y lo descartó
fuera del cadalso, Nacho lo dobló y guardo con las otras cosas.
Soledad
quedó desnuda completamente, sólo le dejaron sus hermosos zapatos de taco alto,
iluminada por el fuego de las antorchas sugería un espectáculo macabro.
La
respiración de Soledad se empezó a acelerar. Sintió miedo y curiosidad por lo
que le pasaría, pero calló y no suplicó, calló como siempre había callado,
aguantando todas las atrocidades que le habían hecho, calló, para que otros
disfrutaran de su sufrimiento, ese era su destino.
La Ama
que era la mejor de la asociación para este tipo de trabajos, deposito una mano
cubriendo parte del culo y la concha de Soledad, luego desplazó en dedo hacia
adelante buscando el clítoris, con movimientos lentos en círculos y en
diagonales frotó su sexo, una y otra vez, Soledad empezó a largar suspiros.
Cuando ya empezaba a calentarse, introdujo el dedo índice de la otra mano en el
culo de Soledad. Ella explotó, jadeaba y suspiraba como una verdadera puta, ya
no le importaba estar parada sobre el abismo que la llevaría al otro mundo.
El Ama
miró al Verdugo que ya tenía la mano puesta en la palanca, indicaba que era
cuestión de segundos para que llegara al orgasmo.
Soledad
explotó de placer, pego un alarido, sus piernas se aflojaron y tendió a
arrodillarse pero la soga de la horca la mantuvieron erecta sobre la tarima. El
orgasmo seguía y seguía, no paraba de estimularla la mujer a sus espaldas,
finalmente cuando el Ama estimó que estaba en la mitad del orgasmo hizo un gesto
con su cabeza al verdugo, quien acciono sin dudar la palanca de la trampa.
Soledad
cayó al vacío alrededor de un metro, mientras caía seguía orgasmeando. Nunca
había sentido algo así, esa sensación de caer como un peso muerto, amarrada y su
concha que explotaba de placer.
Cuando la
soga llego al máximo pegó un latigazo, la cuerda se ajusto al cuello en forma
pareja, las tetas fueron hacia abajo y luego hacia arriba, parte de la lengua se
asomó por la boca, quería gritar, pero ya no podía emitir sonido alguno. Su
garganta se cerró totalmente, ni siquiera podía tragar saliva, sólo pasaba un
poco de aire, el suficiente para mantenerla viva un par de minutos. El macabro
dispositivo estaba dando resultado, se moriría lentamente para satisfacción del
público ansioso de ver su agonía.
Trataba
de sacarse la soga del cuello con las manos, pero estaba atada, sólo conseguía
espasmos fracasados de su cuerpo, lo hacía serpentear como una víbora sin ningún
resultado. Sus muslos golpeaban contra los bordes de la trampa, rebotaban de un
lado a otro, luego giraba en ambos sentidos y vuelta a girar, y trataba de
estirar las piernas para buscar un punto de apoyo que ya no existía.
Y sus
ojos, que se le salían de las orbitas, las lágrimas desmarcaron todo su
maquillajes, líneas negras y celestes corrieron por sus mejillas, por la nariz
salía un río de mucosidad.
El gel
que le habían puesto hacía su trabajo también, especialmente diseñado para
levantar la temperatura de la piel en la zona que se le aplicaba después de un
par de minutos, le hacía hervir la vagina, seguía orgasmeando, y en cada orgasmo
se movía tanto desesperadamente que la soga se apretaba más y más a su cuello,
cada vez entraba menos aire, trataba de quedarse quieta, suspendida, oscilando
en recorridos pequeños, de esa manera podría subsistir un par de minutos,
alargar su vida un poco, se quería aferrar a la vida, pero un nuevo orgasmo le
venía y de vuelta la soga se ajustaba y cada vez era menos aire el que podía
alimentar sus pulmones que ya estaban, a esta altura, colapsados.
Después
de tres minutos estaba rendida, ya no daba más, era todo en vano, era inútil
resistirse, al final se abandono, dejo de luchar, sus piernas ya no golpeaban
contra los laterales de la trampa, se quedó casi quieta, apenas oscilando y
rotando hacia los costados, pero como el nudo estaba en su nuca, tarde o
temprano el cuerpo volvía al frente para placer de los espectadores. Muchos de
ellos ya estaban siendo masturbados por sus compañeras ocasionales.
Uno de
sus zapatos estaba desprendido colgando del tobillo en la desesperación ella
misma se lo había arrancado moviendo los pies hacia todos lados. No podía dejar
de mover los pies, un acto reflejo del ahorcamiento.
Por
último Soledad no puso más resistencia, dejo que la soga hiciera su trabajo. En
cada orgasmo su cuerpo de movía involuntariamente, la horca apretaba entonces
más su cuello, su concha se derretía de placer mientras se asfixiaba sin
remedio.
Sus ojos
apenas abiertos buscaron a Nacho, lo diviso a su izquierda, del lado de su
corazón, estaba sólo, ninguna mujer lo acompañaba, se alegro por esto, sus
miradas se cruzaron de vuelta, pero ella ya no podía sonreírle, se estaba
muriendo lentamente, ya no le quedaba resto.
Cuando
tuvo el sexto orgasmo la soga se ajusto tanto que perdió el conocimiento. Su
cuerpo quedó casi inmóvil, sólo movido por el viento helado de la noche de
invierno. Todos los presentes aplaudieron en honor a ella.
Se acercó
un médico con el estetoscopio, lo apoyó en su corazón y palpó su pulso y ordeno
que descolgaran el cuerpo.
El
trabajo ya estaba hecho.
Sexta Parte – La fiesta
La gente
se fue retirando, la mayoría dejaba sobre la silla una flor silvestre en honor a
la ajusticiada.
En el
fondo del parque estaba un enorme gazebo, con bebidas y comida para festejar el
gran evento, los invitados pasaban por ahí, se los atendía con refrigerio y
empezaban a deambular por el parque.
En el
otro extremo del parque, un enorme quincho, donde se cenaría más tarde,
permanecía cerrado.
Cuando
Soledad abrió los ojos, en un segundo entendió todo, al principio pensó que eso
era la muerte, pero no, no lo era; con la vista medio nublada observo gente a su
alrededor. Seguía inmóvil, amarrada con los brazos y piernas abiertos. ¿Pero no
estaba sus extremidades juntas cuando la ahorcaron?
Pronto
entendió que estaba sujeta a una especie de cruz, también comprendió que el
mecanismo que habían usado para la horca y asfixia lenta, en realidad fue para
salvarle la vida y disponer de su cuerpo para otro fin.
Esa fue
su vida, llena de sorpresas finales, su muerte no podía ser de otra manera.
Un
agradable calor sentía en toda su piel, al final se percato que estaban asando
su cuerpo lentamente, cocinada en cruz, sería consumida por todos los invitados.
Lentamente sus sentidos se avivaron nuevamente, podía escuchar a los comensales,
estaban a escasos dos metros de ella, el fogón era redondo, la cruz en el medio,
y las brazas rojas la circundaban, estaba levemente inclinada hacia adelante, su
concha y culo se incrustaban en dos pedazos de metal que se metían varios
centímetros en sus agujeros, de esta manera estaba bien fija.
Estos
pernos que se metían dentro de ella vibraban cada tanto, produciendo sensaciones
placenteras. Así estaba amarrada, con alambres al asador, como un animal cazado
en las praderas, en su boca habían colocado una manzana.
Cuatro
cocineros cuidaban de ella, un hombre y tres mujeres.
Las
mujeres cocineras respondían todo tipo preguntas a los comensales. Eran muy
educadas y cordiales, explicaban una y otra vez que Soledad no estaba sufriendo,
todo lo contrario, que los dispositivos en su concha y ano eran en realidad
consoladores eléctricos que la hacían seguir orgasmeando cada diez o quince
minutos, ese era el secreto para que la carne quedara sabrosa y tierna. También
repetían una y otra vez que lo previsto es que estuviera consciente por lo menos
dos a tres horas, y que la cocción se completaría en seis horas más o menos, así
que la cena estaría a punto alrededor de las tres de la mañana.
Las
cocineras invitaban a que vinieran cada quince minutos a ver como orgasmeaba
Soledad, explicaban que si el orgasmo era vaginal tendía a abrir y estirar las
manos, mientras que si venía vía anal, cerraba los puños, todas hacían lo mismo,
ya habían cocinado a muchas anteriormente.
Como si
fuera poco, repartían folletos, dónde informaban dónde ubicarlos por medio de la
asociación, formas de pago y fechas libres para posible evento. También estos
folletos contaban con información técnica, como ser métodos de cocción, tiempos
estimados según peso, requisitos previos, etc.
El
cocinero se dedicaba a manejar el asador, podía girar en ángulo hacia arriba o
hacia abajo y también rotar lentamente para que las partes más blancas pudieran
recibir mejor fuego.
Todo un
arte de la cocina.
Mientras
tanto Soledad, estaba ahí, no tenía dolor, la pequeña lesión en las primeras
vertebras habían anestesiado en parte su cuerpo, sentía, pero un poco menos.
A veces
el cocinero la inclinaba casi en paralelo al piso, con las tetas hacia abajo y
luego la hacía rotar. Se sentía como el infierno, sus pezones chorreaban manteca
y aceite de oliva, de hecho cada tanto las cocineras pincelaban su cuerpo para
que nunca su piel quedara seca, mientras rotaba, sin poder hacer nada, sólo
esperar que su carne se cocinara lentamente, escuchaba las conversaciones de los
invitados que se amontonaban para ver cómo orgasmeaba y jadeaba de placer sobre
las brazas.
A veces
el asador se volteaba para el otro lado, su culo se calentaba tanto que la hacía
acabar de inmediato.
Cada
tanto había colocados espejos alrededor del fogón, podía verse asándose en cruz
para los invitados, sentía mucha satisfacción complacer y terminar siendo parte
de ellos, utilizada hasta el final.
Las
cocineras estaban muy atentas a sus orgasmos, si no ocurrían accionaban los
vibradores, era imprescindible que orgasmeara por lo menos quince veces antes de
la cocción final, caso contrario la carne no saldría según los estándares
previstos, la calidad ante todo, era el lema de estos cocineros que garantizaban
una asación a la perfección.
Mientras
la hacían girar o cambiaban el ángulo de la cruz iba reconociendo gente, diviso
a un par de amigas suyas, las mismas le decían que se veía magnífica y que había
sido una sorpresa para muchos invitados esta cena tan especial.
Sin
embargo muchos otros, ya habían asistido a otras asaciones, no estaban tan
sorprendidos, salvo por la hermosura, glamour y sensualidad de Soledad, todos
opinaban que sin duda ella era el manjar más exquisito en los últimos diez años.
A veces
las cocineras pedían a la gente que se pusieran detrás de la que estaba siendo
cocinada, así ella podía verse plenamente en los espejos siendo asada, con los
futuros comensales atrás, con sus copas en la manos, bebiendo e imaginando el
sabor de su carne, había fotógrafos profesionales que registraban todo, de la
misma manera que lo habían hecho en el ahorcamiento.
Inevitablemente, cuando se producían estos semicírculos de marea humana
alrededor de Soledad, ella orgasmeaba, sacudiendo el asador levemente, sus
gritos eran envidiados por muchas mujeres.
Era fácil
distinguir sumisas y sumisos, son los que preguntaban todo y no podían de dejar
de ver el espectáculo, querían estar en ese lugar.
Pero para
ocupar el asador deberían esforzarse toda una vida, de mil personas, sólo cien
tendrían posibilidad de hacerlo y de esas cien, sólo una sería elegida.
El que
llegará a esa situación tendría que haber soportado diez mil atrocidades sobre
su cuerpo, muchas y muchos quedaban en el camino, a veces morían antes, a veces
se arrepentían, y al hacerlo desaparecían del mundo sin dejar rastro.
La
asociación era clara en sus protocolos, nunca tolerarían a alguien que no
recibiera con beneplácito los castigos finales, un llorón o llorona era mejor
aniquilarlo antes.
Pero
Soledad cubría todos los requisitos holgadamente, más la asaban sobre el fuego
más placer sentía, había trasmutado todos los sentidos con el trabajo de años.
Su premio
era el placer absoluto, físico y psíquico, que se deleiten con ella totalmente,
y saber que su carne alimentaría a toda esa gente la calentaba tanto como el
fuego que la rodeaba.
Por eso
ostentaba un número diez en una chapa de oro, junto con su nombre, colgada de
una de sus muñecas. La número diez de la Asociación, la número diez ahorcada
casi hasta morir, pasando por todos los estadios de la estrangulación, mezclados
con sus orgasmos de puta máxima. La número diez que cocinaban para ser consumida
hasta los huesos.
La número
diez de un ritual que la Asociación hacía cada cinco años.
Después
de la primera hora Soledad percibió una cosquilla en su pantorrilla izquierda,
trato de buscar un espejo y descubrió una sonda que se insertaba en una de sus
arterias. Deduzco que le estaban sacando sangre, de esa manera el cuerpo
necesitaría el calor, se cocinaría sin darse cuenta. Una vez más había llegado a
lo cierto, sin saberlo es lo que decía el folleto en la parte técnica, extraían
cada tanto fluido sanguíneo principalmente para que se fuera durmiendo mientras
se cocinaba y la carne quedara como una manteca, por otra parte evitaba tener
que degollarla como cualquier animal previamente, de esta manera se la podía
poner viva a cocinar y encima sentiría placer por el calor recibido, por lo
menos en las primeras dos horas.
Así se
seguía asando lentamente, hasta podía oler el aroma de su carne caliente, y
seguía orgasmeando, y la gente se agrupaba para ver ese momento. Las que más se
babeaban eran las mujeres sumisas, muchas habrían cambiado su lugar de
espectadora por el lugar de Soledad en el asador, los gemidos tan intensos y su
cara que trasmitía el mensaje: “me están cocinando, me están cocinando para ser
consumida…” despertaba el deseo de vivencia propia en todas las mujeres
presentes.
Cada
media hora una cocinera sacaba la manzana de la boca, le daba de tomar un poco
de agua ponía durante un minuto hielo en su nuca. Tenía que seguir teniendo
orgasmos mientras su piel se tornaba dorada y crocante, había que mantenerla
viva todo el tiempo posible, para que gozara lo más que pudiera y para que
estuviera relajada y sabrosa.
Algunas
personas preguntaban cuando se avecinaba el final, querían volver al parque y
volver para ese momento. La respuesta siempre era la misma: “cuando vea que la
manzana de la boca cambia de color, se aproxima el momento…”, pero vaya con
tranquilidad, nosotros le vamos a avisar de todas maneras…
Ahora
Soledad sentía un poco de molestia en sus pies, estaban al rojo vivo, el
cocinero retiro un poco las brasas cercanas a la base de la cruz.
El fuego
chisporroteaba con las gotas de sudor que caían de su cuerpo, los hierros de la
cruz empezaban a dejar marcas en la piel, la carne se empezaba a asar
inevitablemente.
Ya se
acercaban las dos horas de cocción lenta, la situación se estaba poniendo muy
caliente para Soledad, la piel iba virando de un color rosado a un tono
bronceado, el cocinero activo la cruz para que girara lentamente. A medida que
el paisaje pasaba alrededor de ella se encontró con la imagen de Augusto, muy
avejentado, pero seguía siendo un hombre extraordinario, escucho claramente que
le decía: “Tu madre quería que terminarás así, estaba decidido desde el día que
naciste…”, estas palabras la colmaron de dicha al saber que estaba cumpliendo el
deseo de su madre.
Augusto
fue desapareciendo de su rango de visión, ahora fijó la vista en un fogón un
poco más alejado, con una enorme parrilla, una de las cocineras depositaba todo
tipo de vegetales sobre ella, de todos colores y tamaños, inclusive algunas
frutas, su carne sería acompañada con estos, se dio cuenta que la cocción de su
cuerpo estaba avanzando porque ya estaban poniendo a asar las hortalizas, se
imagino servida en la mesa rodeada de estas, le vino otro orgasmo, muy fuerte,
la gente que estaba en ese momento se admiró como orgasmeaba cerrando y abriendo
las manos, tratando de sacudir los pies, empujando sus caderas contra los pernos
que la tenían ensartada, la manzana en su boca no podía ahogar los gritos de
placer que pegaba, los cocineros estaban contentos del trabajo que hacían,
estaban consiguiendo que tuviera orgasmos anales y vaginales al mismo tiempo,
decían en voz alta y comentaban entre ellos para que Soledad escuchara: “esto
está yendo muy bien, dos horas a lo sumo y la podremos empezar a comer…”
A esta
altura ya perdía mucho sudor del cuerpo, se estaba desgrasando su esbelto
cuerpo, la poca grasa que tenía caía sobre las brasas, se aproximaba el final y
lo sabía, sólo se dedicaba a ver a sus invitados como se deleitaban con el
espectáculo que estaba dando.
Mientras
seguía girando la cruz lentamente, divisó a su hija que se acercaba hacia ella,
se inclino un poco poniendo ambas manos en la rodilla: “Mamá quiero ser como
vos, estoy muy orgullosa de ser tu hija…”
El
cocinero se acercó a una de sus ayudantes le habló al oído, le explicó que él
llevaba la cuenta de quince orgasmos, su compañera coincidió con el número.
Decidieron entonces comenzar con la etapa final.
La cruz
la desplazaron casi horizontal al piso, el cocinero se dirigió al fogón dónde se
estaban cocinando las verduras y con una pala traía nuevos leños bien encendidos
al asador dónde estaba Soledad.
Rápidamente todo el círculo se ilumino de color rojo intenso, los invitados que
se encontraban cerca se corrieron por el intenso calor, pero Soledad no podía
correrse, toda la onda de calor impacto en su cuerpo, fue tan intenso que abrió
los ojos descomunalmente y las manos, orgasmeó nuevamente, ahora sí que se
estaba cocinando, una sensación hermosa y terrorífica al mismo tiempo, la
estaban asando sin piedad.
Pusieron
a girar la cruz, tipo espiedo, las mujeres quedaban extasiadas a verla a Soledad
con la manzana en la boca, chorreando fluidos por todos lados, sus tetas
colgando hacia abajo sobre ese hermoso fuego rojo.
Soledad
no daba más, no aguantaba semejante calor, se movía mucho en la cruz, el
cocinero entonces la invirtió y ella quedó boca arriba. Ahora su culo recibía el
fuego directamente, después de dos vueltas, volvió a pasar lo mismo, Soledad se
puso molesta. Así que el cocinero iba alternando de un lado y del otro, su piel
cambió de golpe de color, se estaba dorando uniformemente.
Una de
las ayudantes acelero la bomba de extracción que estaba en la pantorrilla, la
idea era desangrarla más rápido para que gozara y no sufriera. Y así fue, el
calor intenso cesó para ella, no le pareció tan caliente el fuego, hasta lo
sintió agradable de vuelta. Los cocineros estaban logrando su objetivo,
cocinarla sin que se diera cuenta.
Volvieron
aponer el asador inclinado hacia adelante, soledad quedó justo enfrente de
Nacho, que la miraba tiernamente, se acercó lo más que pudo a ella y las
siguientes palabras salieron de su boca: “Te ves hermosa Soledad, eres la reina
de la fiesta, tu cuerpo huele exquisito, no tengo palabras para describirte lo
bella que eres asándote para todos nosotros. Tu final será glorioso como toda tu
vida, siempre dando placer a los demás, y lo harás hasta tu último respiro.
Estaré contento de comer tu carne y llevarte dentro de mí para siempre, te amo
Soledad, gracias por todo lo que me diste…”
Soledad
movió la cabeza y a pesar de la manzana que empezaba a expeler su azucarado jugo
pudo hacerle entender a Nacho que le estaba sonriendo y que se encontraba
totalmente feliz de encontrarse en ese lugar, luego entrecerró los ojos,
mientras podía oler el aroma de su propia carne asada.
El
cocinero puso más brazas en el fogón, las brazas se convirtieron en lenguas de
fuego, que lengüeteaban el contorno del cuerpo, Soledad empezó a gemir y su
respiración se hizo más rápida, sólo pensaba: “me están cocinando, me están
cocinando para comerme, me están cocinando, que placer inmenso servir de
alimento y darles placer, me están cocinado a fuego rápido ahora, que hermoso,
que tortura hermosa, no quiero que paren, quiero que me cocinen sin piedad,
ásenme, ásenme y que mi carne quede tierna como una manteca, soy de ustedes,
hagan lo que quieran con mi cuerpo, que hermoso fuego, quiero que me consuma y
me dé el placer final, que me cocinen sin piedad como una puta que merece esto,
ahhhh, ahhhhh, ahhhhhhh, y orgasmeó por última vez desde el origen de sus
entrañas, tembló todo su ser, toda su alma, su vida paso por su mente en un
segundo, el fuego la estaba consumiendo al mismo tiempo que el orgasmo, ahhhh,
ahhhh, ahhhh, me cocino, ahhhh, orgasmeó seguido cerca de dos minutos, luego
cerró los ojos para siempre, su cuerpo quedó quieto, la habían cocinado en cruz
asada al fuego.
Séptima Parte – La cena
Los
cocineros festejaron, la habían mantenido consciente casi tres horas, había
orgasmeado más de veinte veces, un record. Se aplaudieron entre ellos y el
público los aplaudió a ellos. Colocaron nuevas brazas y bajaron la cruz a menos
de un metro, ahora el fuego lamía el cuerpo de Soledad dándole un tono oscuro y
crocante, primero de una lado y después del otro, luego levantaron la cruz casi
perpendicular, le pusieron un papel aluminio cubriendo el cabello, sacaron parte
de las brazas y la dejaron asando así por la próxima hora, la poca sangre que
quedaba en el cuerpo la dejaron de exprofeso para que hirviera en sus venas y le
diera un toque exclusivo a su carne.
Algunos
se quedaron viendo el espectáculo hasta el final, querían ver como la desmotaban
del asador, otros en cambio fueron a tomar los lugares al gazebo donde la
servirían.
Soledad
quedo asándose lentamente una hora más.
A las
tres de la mañana la desmontaron del asador en cruz y la pusieron sobre una
parrilla, sacaron los pernos de su culo y concha y la rellenaron de hortalizas
por dentro, la cocinaron sobre la parrilla a fuego muy lento quince minutos más
para que internamente tomara el sabor de los vegetales.
Luego los
cocineros se tomaron su tiempo para sacarla de la parrilla y presentarla.
Finalmente la llevaron en una carro sobre una bandeja de plata, atada de pies y
muñecas juntas, hacia arriba, rodeada de los vegetales asados, humeante, salía
vapor de todo su cuerpo, de su boca, nariz y orejas, los ojos le fueron
abiertos, esa era la costumbre, sus hermosos ojos brillaban y trasmitía el
placer que había tenido al final.
La
depositaron en la mesa central, y los Maitres se acercaron para ir trozándola a
medida que la gente se iría acercando por su bocado. Pero los primeros cortes
eran para su compañero, con cuchillos de oro macizo el Maitre principal cortó
los dos pezones y parte de la vulva que contenía el clítoris, una parte de su
nalga y un poco del pecho, las partes más ricas, las dispuso ordenadamente sobre
el plato, con una guarnición de vegetales y una salsa adecuada sobre la carne.
Nacho tomó el plato, se sentó en la mesa central mirando a los invitados, se
llevó pequeños trozos a la boca, cerró los ojos, saboreó la carne de su amada
lentamente, y dijo a los presentes: “Excelente, pueden acercarse a comer…”, la
gente aplaudió al unísono, levantaron sus copas y brindaron.
Se
abalanzaron sobre la bandeja y el cuerpo de Soledad se fue consumiendo de forma
pareja e ininterrumpida hasta que sólo quedaron huesos con pequeños pedazos de
carne.
Después
de dos horas, la excelente y exuberante hembra había sido degustada en su
totalidad…
Epilogo – Volver a Casa
La
mansión estaba revuelta, ya no había ningún invitado. Habían llegado,
presenciado, cenado y regresado a sus lugares remotos.
Carmen le
llevó un café a Nacho que se encontraba en una mesa cerca del fogón donde habían
terminado de asar a Soledad.
-
Señor, sírvase, aquí tiene,
¿Pudo dormir algo?
-
Si Carmen, gracias, dormí un
par de horas, estoy un poco alterado aún…
-
No es para menos, la Señora
dio un hermoso espectáculo anoche, la vamos a extrañar…
-
Si Carmen la vamos a extrañar
mucho…
-
Hace ya más de cuarenta días
que disponemos de esta, mansión, acuérdese Señor que debemos dejarla pasado
mañana…
-
Sí, gracias Carmen, tenemos
que completar el protocolo antes, quedan algunos detalles…
-
Si por eso le recuerdo Señor,
debe elevar al comité la lista y la curricular de tres candidatas para el
próximo evento en el 2022.
-
Claro, me había olvidado,
tengo que hacerlo en esta semana a más tardar, creo que la mejor es la chica
paraguaya, Mercedes, es sensacional.
-
Totalmente de acuerdo, la vi
un par de veces, excelente mujer… Otro punto, y no quiero molestarlo, sé que
está dolorido, pero debo recordarle que no se permiten restos de la cena… Usted
me entiende ¿no?
-
Si Carmen la entiendo, que
¿sugiere?
-
Hacer una sopa señor con los
huesos que quedaron y la cabeza, perdón la crudeza, pero debe terminar lo que
empezó…
-
Está bien, haga eso Carmen…
-
Lo haré señor, ¿Usted quiere
que yo haga todo o le preparo la base del caldo y luego arroja en las ollas los
elementos principales?
-
Preferiría hacerlo yo mismo,
avíseme cuando tenga lista las ollas, a Ella le hubiera gustado que sea yo quién
cocine sus últimas partes…
-
Está bien Señor, una cosa más,
me pidió Usted que cuando encarcelaran Soledad dejara todas sus cosas de la casa
tal cual las dejo en el momento que se la llevaron, que nadie las tocara, ¿Qué
debo hacer mañana? Tengo que ir para allá a dirigir un poco la limpieza…
-
Guarde todas sus cosas Carmen
por favor y mándelas a la casa de campo, junto con el vestido y joyas que uso
anoche, todo lo que utilizó últimamente, sobre todo cuando se la llevaron para
encarcelarla, ahí estaban sus afectos…
-
Estaba tomando mate en la
galería del jardín, ¿el equipo de mate también?
-
Por supuesto, adoraba su mate
y termo…
-
Perdone que lo corrija, pero
últimamente, desde hace varios meses, ya no usaba el termo Señor, se pasaba
usando la pava todo el día… Además nos ayudaba a preparar la comida y le
encantaba todas las recetas de carnes al horno, ponía toda su atención en ellas,
cómo adobar la carne, dorarla lentamente, disfrutaba ser la espectadora de todo
ese proceso, raro Señor, ella entraba a la cocina una vez por semana y de
repente se pasaba gran parte del día con nosotras…
-
No es raro, nada raro, ahora
tengo la absoluta certeza que Soledad era extraordinaria, siempre estaba unos
pasos adelante nuestro, sabía entonces cual sería su final.
Estaba disfrutando como espectadora aquellas cosas que cocinaban juntas Carmen, se quería compenetrar respecto que sentirían sus futuros espectadores cuando fuera ella un pedazo de carne para ser transformado en una exquisita comida.
Nosotros, pobres tontos, que pensábamos que la sorprenderíamos con este desenlace para ella, suponiendo que así levantaríamos su libido a la estratosfera.
Que ilusos, nos superó a todos, sabía de su destino antes que lo eligiéramos nosotros, se dio el gusto durante varios meses de disfrutar anticipadamente el papel que tendría que hacer.
Que mujer extraordinaria… Que formidable… Pasarán cien años antes que aparezca otra mujer como Ella…
Respecto a no usar más el termo, no sé, me desconcierta, significaría seguro algo para ella ese cambio de costumbre, será parte de sus secretos, Soledad era insondable, como las profundidades del mar, así era Soledad Carmen.
De todas maneras no quiero que nadie use sus cosas; por favor empaque todo lo que uso el último día y envíelo a la casa de campo. Respecto de su habitación personal, ordene todo y que nadie más entre excepto yo Carmen.
Estaba disfrutando como espectadora aquellas cosas que cocinaban juntas Carmen, se quería compenetrar respecto que sentirían sus futuros espectadores cuando fuera ella un pedazo de carne para ser transformado en una exquisita comida.
Nosotros, pobres tontos, que pensábamos que la sorprenderíamos con este desenlace para ella, suponiendo que así levantaríamos su libido a la estratosfera.
Que ilusos, nos superó a todos, sabía de su destino antes que lo eligiéramos nosotros, se dio el gusto durante varios meses de disfrutar anticipadamente el papel que tendría que hacer.
Que mujer extraordinaria… Que formidable… Pasarán cien años antes que aparezca otra mujer como Ella…
Respecto a no usar más el termo, no sé, me desconcierta, significaría seguro algo para ella ese cambio de costumbre, será parte de sus secretos, Soledad era insondable, como las profundidades del mar, así era Soledad Carmen.
De todas maneras no quiero que nadie use sus cosas; por favor empaque todo lo que uso el último día y envíelo a la casa de campo. Respecto de su habitación personal, ordene todo y que nadie más entre excepto yo Carmen.
-
Seguro Señor, así se hará,
¿algo más?
-
Si por favor, contacte a la
amiga de Soledad, la que estudia para chef, anoche estuvo en la fiesta, la de
vestido celeste, no tengo ni idea como preparar una rica sopa…
-
La ubicaré ahora mismo y le
explicaré cual es la situación.
Trate de descansar un poco, me ocuparé de todo…
Trate de descansar un poco, me ocuparé de todo…
-
Siempre tan gentil, muchas
gracias Carmen…
Nacho se
quedó sólo en una reposera con el sol tibio del mediodía de invierno. En sus
manos tenía un viejo álbum de fotos forrado en cuero, eran del primer viaje que
habían hecho a Europa con Soledad, las lágrimas comenzaron a correr por sus
mejillas…