"El mejor de los caminos, montado en potra de nácar..."
Leyendo algunos temas en el Foro de Mazmorra.net,
enfoqué mi atención en el que hacía referencia al squirt, absurdo nombre inglés para la tan castiza eyaculación femenina. Es más largo en
castellano, pero a mí me produce un escalofríos al escucharlo o leerlo. Además,
eyacular también incluye a los
varones y cuando lo hacen en nuestro interior es intenso, gozoso y único. Será
por esto, también, que la eyaculación
femenina me provoca reacciones muy sexuales al leerla/escucharla. Pero no
es de mi relación personal con las
eyaculaciones sobre lo que pretendo hablar.
Volviendo al Foro… encontré que la mayoría de las
aportaciones de otras colegas de sexo rondaban la cuestión cultural, a través
de su alusión tangencial de vergüenza
por dejarse llevar y cuestiones semejantes
en tanto prepararse, con un compañero, a lograr la eyaculación femenina. Asunto, éste, que también les parecía
inalcanzable.
Sintetizando lo anterior, la supremacía de la mente en
cuestiones orgánicas y funcionales es tan evidente y pesada que pocas colegas
que se criaron en un ambiente de restricciones y represiones (principalmente de
índole sexual y apoyándose en mitos y argucias de creencias especulativas)
pueden sacudirse tanta infamia sin pasar por el dolor del descubrimiento de
ellas mismas y de sus deseos.
Llegar a la eyaculación
es, para quienes la experimentamos sin encubrimientos eufemísticos, un placer
tan profundo, conmocionante y estrujador que quedamos en estado de gracia, en
un Nirvana particular que no llega a expresarse con palabras. Es ese estadio
que percibimos cuando el orgasmo se hace dueño de nuestra reacción. Pero más.
Es el goce en sí mismo, el placer sin medias tintas.
Por ello insisto cuando me lo preguntan o charlamos,
que cualquiera de nosotras puede llegar a la eyaculación. No es privilegio de
pocas. Es placer para muchas. Lo que debemos es liberar nuestra mente de las
represiones incorporadas a través de esa voz
del amo que nos coerciona cuando el deseo nos convoca hacia una dirección
que esos esquemas adquiridos nos lo prohíben.
Todas las caricias en la intimidad de una relación
sexual, son válidas y operantes. No
deberíamos mantener zonas restringidas
en nuestro cuerpo. Estar abiertas –justamente- al placer y no interesa si se
intensifica porque nos muerdan los lóbulos de las orejas, nos laman las axilas
o circunden nuestro ano. Ese plano de tres dimensiones que es nuestro cuerpo
es, en sí, una gran superficie erógena si lo dejamos expresarse libremente y
ordenar a nuestra mente que se avenga a dichos estímulos.
No nos miremos desde un rincón del techo de la
habitación cuando estemos cogiendo. No nos miremos si ello es perturbador y
negativo. Hagámoslo si nos enfervoriza a ir por más. No hay poses desastrosas o
agraviantes para una misma. Hay libertad para encontrar la forma de recibir y
dar más placer.
Cuando nos llevan a la eyaculación, la mayoría de las
veces y por la pose adoptada para comodidad del hombre que nos mete los dedos y
nosotras que le facilitamos el mayor roce, es posible que nos veamos como una rana de patas abiertas. Si así fuera,
bienvenida esa rana.
Terminemos de una vez y para siempre con esos
complejos y represiones adquiridas.
Tanto como se afina un hierro candente bajo la masa del herrero. No nos sigamos
castigando con pensamientos que no se originaron en nuestra visión del mundo a
partir del entorno que nos contiene, sino por la carga de creencias y
supercherías que no sirven sino para hacer nuestras vidas menos alegres, y más
difíciles cuando del goce se trata.
Procedimiento simple
Quienes nos masturbamos tenemos plena conciencia de
cuáles son las zonas de nuestra vulva y vagina que nos excitan camino al
orgasmo. El procedimiento para lograr la eyaculación es, prácticamente, el
mismo. Veamos
Punto importante y preventivo: que quien nos lo haga
tenga las manos limpias, las uñas recortadas y limpias y dedos sin durezas, callosidades o heridas.
Si estamos acostadas como la ranita él hará lo siguiente: (con uno o dos dedos. En lo
personal prefiero dos dedos porque la estimulación de la esponjita o Punto G es
más abarcativa, incluso si empuja esa pared superior hasta tocar el huesito de
la pelvis)
Como muestra la ilustración, si estamos lubricadas por
nuestro propio flujo (señal inequívoca de excitación) él separa los dedos mayor y anular y los mantiene juntitos,
dejando el índice y el meñique, libres. Es como el principio de hacer los cuernos con la mano. Así debe
de estar antes de introducirlos.
Luego, como queda dicho, palpar con las yemas la pared
superior de la vagina en ese tramo inicial, porque no está más profundo el
Punto G y, además, en ese trayecto, estimulará otros entre la boca de la vagina
y el G.
Mover los dedos como si llamara a alguien con ellos
diciéndole, en idioma gestual y repetidamente, vení, vení, vení…
Abandonémonos a las sensaciones entonces. Si sentimos,
en algún momento, como ganas de orinar, vamos
por buen camino.
Llegará el momento en el que, estremecidas,
empezaremos a eyacular y también un orgasmo sensacional nos conmoverá hasta los
huesos.
Sugerencia
final
Abramos las puertas para que ese hombre nos meta el
dedo como un gancho en la vagina, moviéndolo como si expresara en gestos el “vení” repetido, rítmico y firme. O, tal
vez, sean dos dedos que nos rozan con presión y firmeza, muy rápido, hasta que
parezca que la luz desaparece por un instante y que nuestro cuerpo es sólo una
gran caldera donde el flujo comienza a hervir y sintamos, con la luz que
procede luego, el fluir quemante de ese líquido especial y diverso que expulsa
nuestra calentura y nuestro gozo, por la misma vía del meato.
Por supuesto
que todo habrá de funcionar si estamos en una relación sexual intensa,
calientes, con mucho de masajes aceitosos y caricias inusuales. Si estamos así,
entregadas a ese placer compartido entonces será más que probable que la
eyaculación esté presente, aparezca, nos estremezca. No es algo automático ¿se
entiende?
Como cuando nos masturbamos: la mente tiene un papel
preponderante, desde ya, pero nuestras manos van a estimular pezones, tetas,
nalgas, ano… y cuando estamos hirviendo, recién nuestra mano se instala sobre
la vulva y comienza el camino agitado al orgasmo.
No se repriman. Es placer, es bueno, está muy bien.
Gracias por visitarme.
Besos.
Soledad FAB
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