Se conocieron en un bar de la costa. La
coincidencia por la birra o la atención que les despertó el mismo culo los
hicieron sonreír antes de lanzarse a los comentarios habituales sobre las
distintas partes del cuerpo de una mujer que los susodichos parecían definir
como forenses. Eran tres, los dos de una mesa y el solitario de la otra.
Mario, Ramiro y Esteban, en ese orden. Aunque las edades no estaban dentro
del mismo marco. Mario era el más chico, con 25; Ramiro alcanzaba los 30 y
Esteban daba la vuelta en la mitad de los 36. De todas maneras, el culo de
aquella desconocida que pasó frente a ellos dentro de un bikini rojo sirvió
como lacre para sellar esa incipiente amistad que parecía "del verano" pero
que trocó en una sociedad férrea y de intereses compartidos.
Si en algo coincidían los tres, además de
su feraz inclinación por las féminas, era en que querían hacer mucha plata,
contar dinero en billetes grandes, organizar "algo" que les reportara
ingentes ganancias. Pero ¿Cómo hacer algo así sin tener que caminar por la
frontera entre la sociedad honesta y el delito? Ninguno de ellos militaba en
algún partido político, así que la variante "cargo electivo" quedaba
descartada como una futura captación de fondos e influencias que permitiera
el monto permanente de ingresos múltiples.
- Un boliche también tiene que dar
-esbozó Ramiro en una de las tardes de café eterno en la esquina más porteña
de Buenos Aires.
- Puede ser, si tiene éxito y lo laburás
bien y... -cortó Esteban.
- No, pará, no tirés mala onda...
Pensemos en un boliche y rodeémoslo de éxito, luces, buena onda... -siguió
Ramiro mirando a la avenida que terminaba, mucho más allá, en el bajo.
- Pero está lleno de boliches y muy
buenos -terció Mario que revolvía el café por enésima vez.
- Alto típico, para el turismo... -dijo
Esteban como si fuera el reflejo de su pensamiento antes que un aporte
directo.
- ¡Eso es! -exclamó Ramiro- Un boliche
para turistas... -se exaltó, sonriente al tiempo que bebía la copita de caña
dulce.
La aparente euforia devino silencio como
si los tres rumiaran sus propios proyectos sobre cuál sería el perfil del
boliche para turistas.
- Ya sé -cortó Mario- ¡Una tanguería!
-definió haciendo un gesto como si bailara sentado en la silla.
Los otros dos lo miraron entre asombrados
y sarcásticos. Aunque al rato de ese silencio, comenzaron a tejer la trama
que daría por resultado la inauguración de "Tango de Buenos Aires".
Los tres, acordado el objetivo y diseñado
el cómo sería, se abocaron a la tarea de buscar accionistas para asumir los
gastos e inversiones necesarias para concretar el proyecto.
No digamos cómo consiguieron el dinero.
Si los damnificados no se quejaron o no llegaron a ese estadio, no seremos
nosotros los que deschavemos a estos tres emprendedores dignos del mayor
aplauso. No obstante, algún bocalarga sugirió que si zafaron fue porque el
padrino de Ramiro era un alto oficial de la policía bonaerense y tenía en su
lista a varios políticos muy comprometidos con "la causa"... Aunque no nunca
supimos cuál era la tal "causa".
Desde la noche de la inauguración
tuvieron buen público local y representantes de varias agencias de turismo.
Los tangueros hicieron su parte llenando las dos pistas con cortes,
quebradas, sentadas y taconeos varios y las señoritas, a la usanza del
30/40, luciendo polleras cortas y con abertura lateral, medias de red y
zapatos negros de tacón alto como para hacer entrar en clima, si no por el
tango, por lo que mostraban en ráfagas de giros y contragiros.
El bar vendió muy por arriba de las
expectativas y no hubo incidentes fuleros ni borrachos arrojados a la calle
por los gorutas que custodiaban la paz y las buenas costumbres dentro del
boliche.
La verdad que lo encararon bien. Hicieron
publicidad en las redes sociales, a través de amigos en portales,
promocionando un espacio de sensualidad con la música más representativa y
el baile más audaz y cercano que se bailaba en Buenos Aires desde que saltó
de los prostíbulos del margen al centro de Esmeralda y Corrientes.
Imprimieron opúsculos con profusión de fotografías de época y textos de aquí
y de allá, que no respetaba el copyright, y lo entregaban a las agencias
para que a su vez llegara a manos de la clientela extranjera.
En cuando a los locales, fueron las minas
las que llegaron en bandada casi. La ecuación tango + turismo + dólares le
movía el esqueleto a más de una, aunque no hubiera sido su trabajo el de
controlar las baldosas mientras yiraban por aquí y por allí.
Pero chicas jovencitas también,
interesadas por el tango en estos tiempos donde los clásicos se cantan en
otros ritmos -y quedan bien- y se ensalza (o se ensalzaba) la música
nacional.
Completaron el espejaime con "Academia de
Tango" y alguien agregó la frase "el que se bailaba de verdad en los
prostíbulos del 900". ¿No será fino? ¿Que espantaría a las chicas? No señor,
al contrario. Fue como el papel matamoscas.
Los tres amigos hubieron de aprender a
bailar tango como El Cachafaz ya que no podían ser los capos del boliche y
no dar pie con ritmo. Así, salían a la pista con las siempre renovadas
jovencitas que, chochas por estar con uno de los capos, se contorneaba a sus
anchas mientras los violines pasaban del stacatto al continuo en el
deslizamiento de "Por una cabeza" pero el de la película "Perfume de mujer",
no el original d El Morocho.
Todos los días, manejándose con los
promedios de las agencias de viaje, había buen espectáculo en el boliche.
Cantores noveles y viejas figuras que por dos mangos volvían a recibir la
luz tornasolada de los spots en un escenario limitado pero válido.
Nadie decía nada cuando un cantor, el
bandoneonísta de alguna orquesta o algunos otros, se mandaban sus viajes de
polvo blanco porque como dicen que le dijera Pichuco a Gardel -"Vení pibe,
sé feliz"-, cada cual tenía su sobre...
Una de las tantas noches de espectáculo,
llegó ella, la flaca de formas firmes pero no exageradas, lindas piernas,
lindo culo como le diría el intendente de entonces, es decir, una minola
justa para darse dique y lucirla en la pista.
Los tres evaluaron la situación y como
siempre, dejaron que la mina eligiera y aquel que obtuviera la cucarda,
alejaría a los otros dos de la carrera.
Resultó Esteban, "el jovato" el que
encendió el corazón de la morocha y se los vio, después de sus vueltas y
giros en la pista para goce de los turistas, muy acaramelados entre
bambalinas donde las manos se multiplicaban y los roces eran continuos.
Algunos que la vieron y que se habían
convertido en habituales del boliche, no pueden precisar cuánto tiempo la
vieron allí, en Tango de Buenos Aires. Pero un día no la vieron más. "Se
cansó" comentó alguien y otro reafirmó "Y sí, mucho jovato... No era vida
para una pendeja como ella". Y palabras más o menos, ahí bajó el telón y se
olvidaron de la flaca, la morocha de piernas hermosas y lindo culo diría el
intendente (ya lo dijimos pero es bueno recordarlo).
Sin embargo, una noche -creo que fue un
sábado por la noche- con el boliche a tope de turistas y público, llegó la
cana, los gorras, la yuta con cara de pocos amigos. Afuera, en la calle -que
habían cortado y no pasaba un alma por ahí- dos camiones para transportar
detenidos, patrulleros, una ambulancia y hasta una morguera, por las dudas.
Los dos que terminaron con las manos
atrás, esposadas, fueron Mario y Esteban. Ramiro, esa noche justamente,
había avisado que estaría en la quinta de unos amigos. Cosas del padrino,
seguramente.
El caso fue que la flaca, la morocha de
lindas piernas y lindo culo (ya saben quién lo dijo) era parte de una
investigación que se había iniciado hacía meses atrás, por la denuncia de
una tía-abuela de una de las niñas que fueron al boliche de tango y nunca
más se supo. Ahí empezaron a hurgar los polis, disfrazados de lo que fuere.
Hasta que le tocó el turno a la flaca que hizo lo suyo con no poco riesgo.
- La operatoria de estos hijos de puta
era sencilla: engatuzaban a las minas, les hacían la caida, que fumar un
fasito, que vení date un saque que se siente más, llegaba la otra droga, la
que te apoliya, y chau picho: la cargaban y la llevaban al prosti clande al
que se la habían vendido. Y ahí, ya la pobre perdía en serio. Si no hubiera
sido por esta investigación, las 15 chicas que estaban obligadas a
prostituirse en clandestinos de la provincia, no hubieran podido jamás
zafar. Las tenían drogadas, poco alimentadas... Pero bueno, gracias a
nuestra agente, la flaca de lindas piernas y lindo culo, reventamos esta
red, ya que tenemos también a los compradores.
Los lindos culos de bikni roja siguen
caminando frente al bar en la playa en los veranos, pero los tres alabadores
de birra y sonrisas no están más. A pesar del padrino pata negra, también
Ramiro terminó tocando el piano entintado y ahora cumplen una sentencia
firme por trata, secuestro, privación ilegítima de la libertad, asociación
ilícita y tantos otros delitos, así como multitud de infracciones
municipales que acumularon sin hacerse cargo.
Hoy todavía se encuentra el portal de
Tango de Buenos Aires on line y la ¿premonitoria? frase que se le ocurrió a
alguien: "el que se bailaba de verdad en los prostíbulos del 900" continúa
girando en torno al nombre del boliche. Un poco más abajo, el cartel
"REGÍSTRESE" y en letra más chica: "Obtendrá descuentos y otros beneficios
en Tango de Buenos Aires". Y por supuesto, el consabido "chicas gratis".
Heriberto Boccalandra
GLOSARIO
birra = cerveza
féminas = chicas, mujeres
boliche = bar
laburás = trabajás
deschavemos = descubramos
gorutas = custodios grandotes
yiraban = trotacalles, acto de
espejaime = expediente
El Cachafaz = famoso bailarín argentino.
El Morocho = Carlos Gardel
Pichuco = Aníbal Troilo
pibe = jovencito
minola = chica amigable
darse dique = darse corte
mina = chica, mujer
jovato = geronte, viejo
pendeja =
adolescente mujer
|
cana = policía
gorras = policía
yuta = policía
morguera = camión para llevar muertos.
polis = policías
engatuzaban = engañaban
la caída = teatro para mentír
fasito = cigarrillo de marihuana
un saque = inhalar una línea de coca
apoliya = duerme
chau picho = se terminó
prosti = prostituta
clande = clandestino
pata negra = apelativo a policía PBA
piano entintado = toma huellas digitales
|
Le mandé un mail
a mi amiguísimo Heriberto Boccalandra, periodista y escritor, pidiéndole que
escribiera algo con la idea que le pasé. Hace rato que me envió lo que
leyeron y la demora en publicarlo estriba en la edición. Pero me parece que
vale la pena. ¿Es una alegoría...?
Gracias por su
visita.
Soledad FAB
sotanodefulana@gmail.com
sotanodefulana@gmail.com
Excelso texto... da ganas de releerlo. Beso Vikingo Sole
ResponderBorrarExcelso texto... da ganas de releerlo. Beso Vikingo Sole
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