La
película
Fuimos un
grupo heterogéneo de estudiantes de filosofía que, en avalancha, avanzamos
hacia ese coqueto complejo de salas de cine en una zona acomodada de la ciudad.
En uno de los negocitos de bebidas y envasados para engordar sin culpas,
hicimos la carga vital: vodka hasta completar cada botellita de una gaseosa que
ya contenía el líquido original hasta la mitad de su volumen y que, previsores,
llevábamos en las mochilas junto a apuntes y cuadernos.
Nos
ubicaron en el centro de una hilera de butacas confortables hacia el fondo de
la sala. No íbamos en parejas pero por deformación costumbrista quedamos
una y uno. Yo ocupé uno de los extremos de nuestra fila, y quedaban 5 butacas
vacías hasta el pasillo. Butacas que fueron ocupadas por un hombre que no miré
pero percibí y otras personas también una y uno.
La película
recorría los últimos días, casi horas, de Adolph Hitler, ahí abajo en su bunker
de Berlín. Fue atrapante ya que no se oía ni el crepitar de las bolsas de
polietileno en la sala, lo cual es difícil en cualquier circunstancia. También
yo estaba atrapada por esa excelente ambientación y caracteres actorales. Es
más, cuando vi la personificación de Hitler imaginé que lo habían resucitado de
algún modo para filmar la peli. A tal punto el actor era como un calco del
original.
No me di
cuenta pero de pronto sentí el calor de una mano sobre mi rodilla desnuda
-llevaba yo una pollera de medio muslo de jean-. Cerré las piernas de golpe,
como si hubiese liberado un resorte. La mano se esfumó. No miré al costado,
seguí con la mirada fija en la pantalla. Ya no ponía tanta atención a la
peli sino que la dividía entre mis piernas y la proyección. Sin mirarlas,
percibiendo por el blanco de los ojos.
Sin otra
novedad, me relajé recuperando la concentración en los gritos de Hitler a sus
oficiales. Nuevamente el calor de la mano en mi rodilla. Pero esta vez,
morboseando a solas, no reaccioné. Dejé la mano en libertad de hacer. Las
piernas laxas y la supuesta atención en la pantalla.
Lentamente
la mano avanzó hacia mi vientre hasta topar con la tela del bikini. Con dedos
ágiles y expertos, separó la fina tela de lycra y sin preámbulos, separó los
labios de mi vulva y dos dedos se introdujeron en mi vagina. Espontáneamente di
un salto en mi butaca al punto que el compañero al lado de mí apenas giró su
cabeza y yo murmuré "No pasa nada, un escalofríos". Él estaba muy
interesado en la película de modo que volvió a enfocarse y yo, a sentir.
Era su
dedo pulgar el que presionaba mi ya completamente despierto clítoris, y era el
flujo de mi canal el que escurría hacia mi orificio que, a esa altura, también
latía. Tres dedos moviéndose coordinadamente, dedos expertos, me llevaron hacia
el orgasmo que comenzó a gestarse en mi útero y que hizo eclosión cuando un
cuarto dedo empujó su falanje dentro de mi ano, ya lubricado por mi flujo.
Tosí como
si una bolsa de migas de galletas me hubiera sido vaciada en la boca, para
suplir mi exclamación de placer tan profundo, mientras la mano se iba,
silenciosa.
"Estuviste
muy bien, pendeja" escuché la voz ronca del hombre que manejó con
exquisita maniobra esos dedos de éxtasis.
No
respondí... Recuperé de a poco el ritmo de mi respiración, las piernas abiertas
y estiradas dejando que el aroma de mi entrepierna comenzara a inundar la
hilera. "Voy al baño" avisé a mi eventual compañero de cine. Me levanté
y apenas miré al hombre de la mano. Ví el brillo de sus dientes en una sonrisa
dedicada.
Salí de
la sala, bajé un tramo de escaleras y entré en el "Damas", aunque no
me lo creí...
Dentro de
un privado, mientras me pasaba la toallita húmeda por mi vientre, oí el ruido
de la puerta de entrada. Golpecitos en la puerta y mi corazón dio cuatro saltos
en mi pecho.
- ¿Sí? -
respondí.
-
¿Completamos? -escuché la voz gruesa de un hombre que, sin dudas, era la que
correspondía a esos dedos.
Sin decir
nada, abrí la puerta, él entró, cerró y cuando volvimos a la sala yo llevaba el
ardor que su grueso miembro me provocara, con placer, en mis dos canales. En la
tabla del water del privado de aquel baño Damas, quedó un reguero de semen que
él dejó al quitarla de mi culo instantes antes de acabar.
¿La
película? ¡Magnífica!
NdA: Como no tengo exactamente fotos de la situación, me pareció adecuado poner algunas de aquella época. Los miembros de Mazmorra conocen las fotos de mis 17/18 años. Bueno, las que incluyo son de esos tiempos.
Soledad FAB
sotanodefulana@gmail.com
sotanodefulana@gmail.com
Hace mucho no entraba al sótano.
ResponderBorrarMuy bueno ver que sigue en excelentes condiciones.
MorbosoCruel
Gracias. Besos.
BorrarHay Sole, Sole... que placer leerte y a la vez que tormento el no poder palparte... Beso Vikingo
ResponderBorrarQuerido amigo, chupones para vos.
Borrar