domingo, 29 de octubre de 2017

LA PELÍCULA


La película

Fuimos un grupo heterogéneo de estudiantes de filosofía que, en avalancha, avanzamos hacia ese coqueto complejo de salas de cine en una zona acomodada de la ciudad. En uno de los negocitos de bebidas y envasados para engordar sin culpas, hicimos la carga vital: vodka hasta completar cada botellita de una gaseosa que ya contenía el líquido original hasta la mitad de su volumen y que, previsores, llevábamos en las mochilas junto a apuntes y cuadernos.

Nos ubicaron en el centro de una hilera de butacas confortables hacia el fondo de la sala. No íbamos en parejas pero por deformación costumbrista quedamos una y uno. Yo ocupé uno de los extremos de nuestra fila, y quedaban 5 butacas vacías hasta el pasillo. Butacas que fueron ocupadas por un hombre que no miré pero percibí y otras personas también una y uno.

La película recorría los últimos días, casi horas, de Adolph Hitler, ahí abajo en su bunker de Berlín. Fue atrapante ya que no se oía ni el crepitar de las bolsas de polietileno en la sala, lo cual es difícil en cualquier circunstancia. También yo estaba atrapada por esa excelente ambientación y caracteres actorales. Es más, cuando vi la personificación de Hitler imaginé que lo habían resucitado de algún modo para filmar la peli. A tal punto el actor era como un calco del original.

No me di cuenta pero de pronto sentí el calor de una mano sobre mi rodilla desnuda -llevaba yo una pollera de medio muslo de jean-. Cerré las piernas de golpe, como si hubiese liberado un resorte. La mano se esfumó. No miré al costado, seguí con la mirada fija en la pantalla. Ya no ponía tanta atención a la peli sino que la dividía entre mis piernas y la proyección. Sin mirarlas, percibiendo por el blanco de los ojos.

Sin otra novedad, me relajé recuperando la concentración en los gritos de Hitler a sus oficiales. Nuevamente el calor de la mano en mi rodilla. Pero esta vez, morboseando a solas, no reaccioné. Dejé la mano en libertad de hacer. Las piernas laxas y la supuesta atención en la pantalla.

Lentamente la mano avanzó hacia mi vientre hasta topar con la tela del bikini. Con dedos ágiles y expertos, separó la fina tela de lycra y sin preámbulos, separó los labios de mi vulva y dos dedos se introdujeron en mi vagina. Espontáneamente di un salto en mi butaca al punto que el compañero al lado de mí apenas giró su cabeza y yo murmuré "No pasa nada, un escalofríos". Él estaba muy interesado en la película de modo que volvió a enfocarse y yo, a sentir.

Era su dedo pulgar el que presionaba mi ya completamente despierto clítoris, y era el flujo de mi canal el que escurría hacia mi orificio que, a esa altura, también latía. Tres dedos moviéndose coordinadamente, dedos expertos, me llevaron hacia el orgasmo que comenzó a gestarse en mi útero y que hizo eclosión cuando un cuarto dedo empujó su falanje dentro de mi ano, ya lubricado por mi flujo.
Tosí como si una bolsa de migas de galletas me hubiera sido vaciada en la boca, para suplir mi exclamación de placer tan profundo, mientras la mano se iba, silenciosa.

"Estuviste muy bien, pendeja" escuché la voz ronca del hombre que manejó con exquisita maniobra esos dedos de éxtasis.

No respondí... Recuperé de a poco el ritmo de mi respiración, las piernas abiertas y estiradas dejando que el aroma de mi entrepierna comenzara a inundar la hilera. "Voy al baño" avisé a mi eventual compañero de cine. Me levanté y apenas miré al hombre de la mano. Ví el brillo de sus dientes en una sonrisa dedicada.
Salí de la sala, bajé un tramo de escaleras y entré en el "Damas", aunque no me lo creí...

Dentro de un privado, mientras me pasaba la toallita húmeda por mi vientre, oí el ruido de la puerta de entrada. Golpecitos en la puerta y mi corazón dio cuatro saltos en mi pecho.

- ¿Sí? - respondí.
- ¿Completamos? -escuché la voz gruesa de un hombre que, sin dudas, era la que correspondía a esos dedos.

Sin decir nada, abrí la puerta, él entró, cerró y cuando volvimos a la sala yo llevaba el ardor que su grueso miembro me provocara, con placer, en mis dos canales. En la tabla del water del privado de aquel baño Damas, quedó un reguero de semen que él dejó al quitarla de mi culo instantes antes de acabar.

¿La película? ¡Magnífica!



NdA: Como no tengo exactamente fotos de la situación, me pareció adecuado poner algunas de aquella época. Los miembros de Mazmorra conocen las fotos de mis 17/18 años. Bueno, las que incluyo son de esos tiempos.


4 comentarios:

  1. Hace mucho no entraba al sótano.
    Muy bueno ver que sigue en excelentes condiciones.
    MorbosoCruel

    ResponderBorrar
  2. Hay Sole, Sole... que placer leerte y a la vez que tormento el no poder palparte... Beso Vikingo

    ResponderBorrar