Con cuidado lenguaje y agradable estilo, el relato nos introduce en la angustia, dolorosa, de Brenda, la protagonista que en un rapto de ansiedad erótica le pidió a su compañera de facultad, Grettel, que la llevase para iniciarla en esa, hasta entonces entelequia denominada La Cofradía. Así va a cumplir con su destino, tan delgada y fina como la ilustración que eligió la autora para representarla icónicamente. Espero que el texto les atrape como me sucedió a mí cuando lo descubrí-
Cofradia
Definitivamente,
Brenda sospecha que ha cometido un error. Su prometido ingreso a la Cofradía ni
siquiera ha comenzado y ya se está tornando bastante riguroso. Toda la
fascinación que experimentó mientras Grettel la preparaba en su departamento,
ahora se le empieza a volver en su contra: Su vestido de lycra, sus tacos, su
peinado cola de caballo, su maquillaje, su bijou y hasta su penetrante perfume,
lejos de otorgarle supremacía, terminaron por restringirla a la imagen de una
putita vulgar, lista para el abuso y el placer ajeno.
Para peor, sus
restricciones, además de someterla y humillarla por completo, comienzan a
tornarse intolerables. Los gordos grilletes con los que su amiga la inmovilizó
de manos y brazos están tan ajustados detrás, tan encontrados a su espalda, que
la sexy castañita puede sentir los huesos de muñecas y codos hincándose entre
sí, sus hombros henchidos por la presión, sus clavículas a punto del disloque:
Una trampa metálica que la mantiene espalda y cuello muy erectos; sacando tetas
como balcones, explotando amontonadas, apenas sostenidas por el exiguo escote
fucsia; el redondel de sus pezones, de su ombligo y las tiras de su tanguita
fielmente tallados, nítidos contra la elástica y ajustada lycra; además de sus
piernas largas, apetitosas y desnudas, subidas a altísimas sandalias rosas; en
definitiva, todos esos detalles que la oprimen, la abisman, la modelan y la
moldean con rabia, la hacen sentirse mucho más exhibida que si estuviera por
completo desnuda.
¿Pero qué puede hacer? Nada, más que seguir sentada en la
camioneta acompañando a su compañera de Facultad, quien le habla, le cuenta
cómo funciona la Cofradía, las cosas que ella vivió en esos dos años como
integrante, las sorpresas que ni se imagina. Brenda imagina, claro que sí.
Incómoda, ofrecida e indefensa, parece lista para un sacrificio, una ofrenda,
un ritual.
- ¿Qué me van a hacer?- murmura. Grettel sonríe, y es hermosa y
devastadora en su vestido corset, en su piel morena, en su pelo ensortijado.
- Quién sabe, corazón… Pero no me lo pierdo por nada del mundo- Y sigue
conduciendo, camino a la Iniciación.
- ¡Y te
trajiste nomás a una pendejita sexy! -
- ¿Acaso lo dudabas, Ariana? -
- Obvio que
no, Grettel. ¡Siempre cumplís con tu palabra, hija de puta! Aunque la veo
bastante menudita. Y no es muy alta-
- ¿Pero no les parece una muñequita digna
de ser Iniciada? Imagínensela bien desnudita, súper producida, toda marcada,
engrillada y anillada en bronce y titanio, hasta en sus zonas más privadas…-
- ¡Por supuesto! Si es un caramelito aún envuelto. Tan tiernita, tan inocente..
¿No te parece, mi amor?-
¡Qué
clase de charlas son éstas, por Dios! Brenda no puede creer que se estén
refiriendo a ella de esa manera. ¡Y con tanta naturalidad! ¿Con qué derecho se
permiten rebajarla a una especie de objeto de dudoso valor, una simple
mercadería? ¡Es inconcebible! Una mezcla de ira, temor, odio e intranquilidad
la tensa en desesperación. ¡No puede permitir que la traten así! Su orgullo aún
adolescente la rebela: Jala y se zamarrea con furia, intentando destrabar su
cuerpo entumecido. Al instante, un rayo de múltiples dolores la fulmina de
cabeza a pies y la deja dura, denunciándola torturada por un hondo gemido de
capitulación.
- ¡¡¡¡Mgghhfffffggghhhmmmm!!!! -
Brenda se arrepiente de su
estúpido intento. Gimiendo quedamente, aguanta su sufrimiento con la cabeza
gacha, el rostro crispado y la respiración honda, deseando recomponerse, o
acaso generar piedad. Mas su lamento se desintegra, se confunde entre los
muchos que flotan en esa casona misteriosa y secreta. Y por primera vez en sus
19 años, la joven castañita tiene escaso control y plena conciencia de su
cuerpo, un racimo de curvas, montañas y abismos tan pronunciados, tan
tentadores, tan al alcance de las manos.
Aún protegida y enmarcada por el
sugestivo lycra de su vestido fucsia, Brenda no es sino una chiquitina
preparada y proclamada al deleite ajeno. ¿Y como evitar el asedio
impostergable? De pie frente a esa pareja que ahora la arrincona, la apretuja y
la palpa como a un fruto ofrecido, no halla modo de torcer su suerte. Si
pudiera empujarlos, sacarse de encima esas manos extrañas y correr lejos de
esta pesadilla. Pero desde el instante en que Grettel la introdujo al salón
mediante la cadena de paseo que maneja su cuello y la expone como mascota al
alcance de cualquiera, es poco lo que la dulce gatita puede hacer, más que
retorcerse, intentar alejarse del acoso, o al menos alejarlos con el encono de
sus ojos y sus gruñidos de represalias.
Más todo es inútil: El hombre se le
mete dentro de su formidable escote, captura sus tetas, las revuelve duramente,
o se esmera en recorrer sus piernas, en azotar sus nalgas o en escarbar bajo
sus faldas, buscando los elásticos de bombachita, por no decir sus agujeros.
Pero esa básica brutalidad empalidece en comparación con la sofisticada
crueldad de la mujer, la llamada Ariana, quien la aborda de frente, la mira
fijo, y le sonríe con delicia, mientras le retuerce un pezón, y la abofetea
quedamente, por perverso placer. ¡Es tan humillante!
Al borde del sollozo, la
desolada Brenda intenta pedir ayuda a Grettel, pero la mordaza de bola que le
fuera colocada al bajar de la camioneta, cumple su cometido de impedírselo por
completo. Además, su amiga ni siquiera le presta atención: Charla y bebe
animada con otros invitados, sin soltarle la correa, pero abandonándola a los
abusos innumerables que le depara su condición. Y por segunda vez en esa noche
joven la pobre castaña advierte el error de haber subestimado a su amiga, su
compañera de estudios. La Cofradía, ahora lo entiende, era algo bastante más
serio en cuanto a niveles de poder y sumisión. Tanto la halagó que la hermosa
Grettel la instara en auditar por una membresía, que no dudó en ponerse en sus
manos de diosa. Ahora Brenda está aterrada, ya es tarde para enmendar errores,
sometida, agarrotada y conducida a rastras y trastabillando por esa casa
rebosante de gente bizarra, piensa que esto recién empieza, que lo peor aún
está por venir.
Ahora
Grettel la ha llevado a la oscuridad de otro salón, en donde puede adivinarse
ya desde lejos la silueta de una mujercita desnuda, amarrada y colgando del
cuello al techo. Al ir acercándose, al ir distinguiendo cada vez más a esa
muchacha así dispuesta, así exhibida, sus brazos desaparecidos tras la espalda,
sus hombros retraídos hasta el dolor, sus tetas tan bien desplegadas, tan
empujando con fuerza hacia adelante, todas enormes y tentadoras, todas
expuestas en su máximo esplendor, instintivamente Brenda comienza a arquear aún
más su tronco ya arqueado por la misma posición de muñecas y codos tocándose a
su espalda, y sin darse cuenta se transforma en una S ondulante que la dibuja
sacando pecho, metiendo pancita y tirando cola, brazos y hombros todo hacia
atrás, plantándose firme en sus tacos, y levantando el cuello, el rostro y la
frente en ostentación, compitiendo de manera natural ante la presencia de otra
bella criatura que la amenaza en presencia y glamour.
Al instante, muere de
vergüenza al notarse descubierta por los ojos libidinosos y la sonrisa procaz
de Grettel que la festeja en evidente complicidad:
- ¡Ésa es la actitud,
Brendis! ¡Me encanta tu amor propio y tu espíritu de competencia! -
La pobre
castaña intenta disimular su nuevo error.
- Mghhhhffffgggggg - Pero ya es tarde.
Su amiga le confiesa:
- Me encanta que te enorgullezcas de tus atributos. No
tienes nada que envidiarle a esa turrita, ¿no es así? - mientras procede a
engancharla también al techo, bien cerca de ella: Pronto, podrías ocupar su
lugar -
Y enciende unas luces de sector, que las pone una frente a la otra,
acaso para que la comparación tenga un efecto mejor.
- Buenas chicas. Las dejo
para que se conozcan mejor. Como buenas contrincantes que son - Grettel
nalguea ambas colas y se va, dejándolas a solas y bien iluminadas.
Ahora las
dos chicas se miran, se apiadan y se compadecen mutuamente entre gemidos y
lágrimas. Brenda se ve en esa rubia flaquita, como en un espejo. Sabe que ella
misma ahora luce así puras tetas y nada de brazos, sacando pecho y arqueándose
con rabia exigida, los hombros casi al borde del disloque fatal. Sin embargo,
comparada con esa pobre chica, su situación es casi un Paraíso, no sólo por la
ventaja de estar al menos vestida. La rubiecita parece recriminarla con la
mirada, su llanto vivo y todo su maquillaje arrasado por sus lágrimas, su
cuello de lado casi roto y en su rostro tallado el espanto crudo y total.
Brenda no puede sino desviar los ojos y comenzar a recorrerla en sus detalles
más escabrosos. Además de su desnudez total; de los piercings escandalosos en
sus pezones, ombligo y entrepierna depilada; de algunos tatuajes obscenos y
denigrantes y de otras huellas vivas como de latigazos, la muchacha está
obligada a soportar una mordaza de anillo, un collar de ahorque de acero y unas
botas como zapatillas de ballet con tacos. Impresiona verla babear desde su
boca en O abierta, tanto que no es difícil descubrir sus muelas, su lengua, la
oscuridad de su garganta acaso desflorada; impresiona verla llorar, sudar y
bambolearse en puntas de pie sobre esas insuperables botitas agujas. Impresiona
entender que la pobre chica no puede más, luchando como puta por su vida,
parece a punto de ahorcarse, a juzgar por el rictus espantoso de su cara y su
incapacidad para respirar, plena de balbuceos inentendibles…
- Tsjkkkk
Thhhhggkkkkssskkk tthhkkkssssgggss -
Brenda desearía ayudarla, pero cómo
imaginarlo siquiera si está casi tan sometida como ella, si sus brazos son como
mochilas dormidas a su espalda, si apenas intenta revolverse un poco, debe
desistir por el dolor atroz que le nace de todos lados de su cuerpo
acalambrado. Y sólo le resta sentirse un poco afortunada de no ser esa pobre
rubiecita, toda una Venus de Milo ahorcada y doliente, a punto de
De
pronto, se encienden todas las luces, el salón se llena de invitados, mientras
de algún lado irrumpen dos enormes enfermeras en látex. Ante el revuelo
histérico de ambas chicas, se acercan decididas, agarran a la rubia, la
desenganchan y la arrastran a una camilla, la acuestan y agarrando cada una de
sus piernas se las separan y se las mantienen abiertas en V; de algún otro lado
aparece un negro flaco y de gran melena, se acerca a la víctima con su verga
desnuda y la apoya en el vientre pálido, como midiendo su profundidad. Al ver
ese falo descomunal descansando sobre la trastornada rubiecita, llegando el
glande a rozar su piercing de ombligo, Brenda inconscientemente aprieta sus
piernas, frunce su raja, su esfínter y muerde su bola mordaza, en un denodado
intento de proteger sus agujeros. Algo inútil, puesto que por ahora están a
salvo, mas si alguno se los decidiera a forzar, sería poco lo que la castañita
podría hacer para evitarlo, ya que una vez superada la tenaz pero frágil
resistencia de la primera entrada, no habría ya forma de detener la intrusión.
Y esa boa negra la iría ganando por dentro, horadándola y pavimentándola toda
larga y ancha en dimensión. Y Brenda, ¿que podría hacer? Inmovilizada y
disponible en su sitio, intuye otros hombres en las sombras y observa a Grettel
mezclada entre el público rugiendo también ella por más desenfreno, más
tortura, más perversión. Nadie la va a salvar.
Entonces Brenda llora agónica y
se entrega de algún modo a su destino de hembra conciente de su esencia, de su
condición de triple agujero, surcos ondulantes y carne virgen, a punto para la
libación, para el tributo de los demás.
Después
de esta Cofradía, ya nada será igual.
JulietaMar
Gracias por visitarnos.
Soledad FAB
Sublime relato! Me encantó cada palabra escogida. Aplaudo de pie. Vikingo
ResponderBorrarMe alegra de que te haya gustado. Se agradece, Vikingo.
BorrarJulietaMar