jueves, 6 de abril de 2017

Relato de Gotitas de Pasión

De lo efímero a lo mágico
Estoy ansiosa, pero trato de contenerla escuchando música sentada en la cervecería que me dijo de conocer, una que ve al pasar cada día cuando se dirige al trabajo. El lugar es acogedor, las paredes revestidas de madera, al igual que la barra, las luces amarillas le dan un toque íntimo, la música que se escucha a un volumen agradable es muy buena, me encuentro absorta en mis pensamientos esperando que él llegue, hace mucho tiempo que no tenemos un encuentro, un tiempo solo para nosotros, para hablar, reír, tomar algo disfrutando la compañía del otro. Un momento cómplice en el que las miradas, las sonrisas, el sensual tono de voz o los roces casuales en la mano del otro, mientras nos buscamos con la mirada para agregar al efímero instante un condimento especial, convirtiéndolo en algo mágico.
Levanto la mirada y lo veo venir caminando despreocupado con los auriculares puestos y su infaltable mochila, mira por el ventanal del local y al verme sonríe. En ese preciso instante percibo como mi corazón se acelera, en mi estómago se forma un enorme vacío que me deja sin aliento, noto como mis labios, pintados de rojo, se van separando dejando mi boca entreabierta permitiendo de esa forma que inhale una gran bocanada de aire mientras me pongo de pie para saludarlo con un beso y un gran y fuerte abrazo, un abrazo que necesito tanto como al aire que respiro, al entrar en contacto con el calor de su cuerpo me estremezco y siento como mis pezones se ponen duros y mis senos se contraen cuando él, al deshacer el abrazo los roza deliberadamente de manera casi imperceptible con los pulgares...ufff... que ganas de besarlo, ganas que van encendiendo mi deseo.
Nos quedamos ahí, parados con las manos apoyadas en el otro, las mías, en la parte alta de su pecho, casi en sus hombros, las de él, debajo de mis axilas justo en el nacimiento de los pechos, mirándonos a los ojos intentando decirle al otro lo que cada uno siente.
_ ¡Hola! ¿Cómo estás? Preguntamos al mismo tiempo, nos reímos y los dos decimos _Bien!
Nos sentamos uno frente al otro, nos miramos absortos cuando el...
_ ¡Hola! ¿Cómo están? De la dulce y joven voz de la camarera nos vuelve a la realidad. Ambos la miramos y con una sonrisa respondemos.
_ ¡Hola!
_ Les dejo la carta y cualquier cosa me llaman ¡¿Sí!? Está por alejarse de la mesa cuando él dice…
_ Vi que hacen cerveza artesanal ¿Tienen tabla de degustación? -Pregunta
_ Sí, tenemos son siete vasitos. ¿Les traigo una? -Consulta cordialmente
_ Sí. -responde
_ ¿Desean algo para comer? -Inquiere
_ Por el momento no, quiero ver la carta. -contesto
_Muy bien, ya les traigo la degustación. -Comenta cordial antes de marcharse.
 
Respiro profundo lo miro, sonrío, necesito aire, mientras mi mirada busca sus ojos, esos ojos llenos de morbosa picardía, ambos sonreímos, mis dientes están mordiendo mi labio inferior no sé cuando pasó y al percatarme, me sonrojo.
Él, cierra los párpados, en su rostro la sonrisa se amplía al tiempo que mueve su cabeza en un gesto de negación, baja la cabeza hasta apoyarla en sus manos entrelazadas y me mira como espiando por encima de sus dedos. Es un momento de íntima complicidad, siento que me ahogo, otra vez tomo una gran bocanada de aire y otra más, puff... estoy hiperventilando.
Por suerte regresa la camarera con el pedido justo a tiempo para cortar la tensión que se estaba generando.
_ Su pedido. ¿Pudieron ver la carta, ya saben que van a pedir?
 
Ambos la miramos como diciendo de qué estás hablando ¿¡La carta, qué carta!? Uh, ¡Ni nos acordamos de la carta! Él la mira rápidamente y dice muy seguro:
_ Dos hamburguesas completas y papas con Cheddar y panceta por favor.
 
La camarera, siempre sonriente toma nota del pedido, agradece y se va.
Otra vez los dos solos, ahí sentados frente a frente buscando la mirada del otro, sus ojos color miel me penetran el alma, toma un vaso de cerveza la prueba la saborea sin emitir comentario o un gesto de aprobación o negación, me lo pasa y dice.
_ Dame tu opinión de experta. –sonrío ante semejante comentario, es verdad que me gusta la cerveza, pero lejos estoy de ser una experta en tan deliciosa bebida.
Estira la mano para pasarme el vasito y cuando lo tomo, sus dedos deliberadamente, rozan los míos.
Mi corazón se acelera como si fuese a perforar mi pecho para escapar, el vacío en mi estómago se agiganta y la falta de oxígeno queda en evidencia cuando abro la boca tan grande como puedo buscando tomar la mayor cantidad de aire posible.
Tomo el vaso que llevo lentamente a mi boca sin dejar de mirar sus ojos tan fijos en mí se me antojan inquisidores, respiro profundo pruebo la cerveza, la saboreo lentamente y digo, a mi gusto le falta cuerpo es demasiado ligera, no es algo que pediría. Sin decir una palabra toma el segundo vaso y hace lo mismo, prueba el contenido, me lo pasa rozando mi mano, esta vez con un poquito más de intensidad, me mira a la espera mi opinión, siempre con un aire de superioridad (?)
Intento disimular las sensaciones que me invaden, pero el roce me erizó la piel, sostengo la mirada mientras pienso ¡Por favor cómo me atrae! No sé si fue mi pensamiento o la reacción de mi cuerpo pero siento mi cara acalorada tan roja como si me hubiese incendiado, dejo el vaso sobre la mesa llevo las manos a mi rostro para confirmar la temperatura, sí, mis mejillas arden. Me mira y señalando el vaso con ambos índices pregunta:
_ ¿No vas a tomar? Su tono entre severo y sarcástico me tienta para responder de manera despectiva, apelo a mis buenos modales y dejo pasar su comentario, tomo el vaso y haciendo un gesto de brindis y con mirada desafiante lo llevo a mí boca bebo, saboreo lentamente la bebida y finalmente digo:
_ Ésta, me gusta más, tiene cuerpo y el sabor amargo del final es suave y tentador. - lo miro nuevamente a los ojos, esta vez, de manera provocativa, él, responde de la misma forma, ahora sí...el juego, comenzó.

La llegada de la camarera con las hamburguesas rompe la tensión que se generó entre nosotros, una tensión que es mezcla de deseo y poder, ese poder que ambos queremos ejercer sobre el otro dominando su pasión. Observo su rostro, su torso, su sonrisa sarcástica que va despertando mis morbos dormidos, lo imagino atado con los ojos vendados completamente entregado, listo para complacer hasta el más mínimo de mis bajos instintos y sonrío con perversión cuando percibo que él, también me está escaneando, su mirada ladina delata su pensamiento lujurioso. ¡Ay, daría lo que sea para saber lo que su mente está pergeñando! Qué excitante resulta toda esta voluptuosidad que nos invade, nos envuelve, llenando el ambiente de lujuria.
En silencio observo cómo sus largos y blancos dedos envuelven la hamburguesa presionando el pan para que los ingredientes internos no se caigan al morderla; en el preciso momento en que inca sus dientes noto que ya no estoy húmeda, sino empapada y deseosa que esos dedos y dientes hagan exactamente eso, en mis pechos; el simple hecho de imaginarlo me llevan a las puertas de un orgasmo, inspiro profundo y un largo y fuete suspiro sale entre mis labios, levanta la mirada lasciva, provocativa y dice:
_ ¿Te pasa algo? –el tono de su voz denota mucha sorna, sabe perfectamente el efecto que ha causado en mí.
_ Nada, está todo bien. –respondo intentando aparentar estar relajada, debo confesar que a él, le sale mejor que a mí, su increíble la capacidad controlar sus emociones incita tanto como exaspera. Tomo una papa con la mano le unto un poco de salsa de queso y sin sacarle la vista de encima la llevo lento a mi boca, la muerdo suave juego con mi lengua sobre la salsa de queso, lo provoco, me siento segura como si fuese toda seducción.
Se acomoda en la silla, señal que mis juegos no le son indiferentes que él también está excitado. Cada vaso de cerveza, cada gesto, cada mordida es pura provocación de ambas partes, ninguno cede, la tensión sexual va en aumento, los cuerpos anhelosos e incómodos se mueven en las sillas intentando controlar las ansias que crecen dentro nuestro como una avalancha que nos arrollará sin piedad. A medida que las horas iban pasando al igual que las rondas de cervezas que nos iban desinhibiendo dejando a nuestras perversiones a flor de piel, exudando erotismo.
Son las dos de la mañana y decidimos que es momento de retirarnos, pedimos la cuenta pagamos y salimos, el calor de calle nos golpea al atravesar la puerta del local, la humedad de la noche nos envuelve mientras vamos caminando por la calle hacia la parada del colectivo nos faltaban unos cincuenta metros para llegar cuando vimos que pasaba, no había forma de alcanzarlo. Al llegar me apoyo sobre el poste él se para frente a mí, seguimos conversando de música u otros temas generales fingiendo que nada nos pasa, algo que casi logramos hasta que apoya su mano en el costado de mi cintura, me incorporo acerco mi cuerpo al suyo, él pasando su brazo por mi espalda presiona con el fin de pegar nuestros cuerpos, ambos respiramos hondo, nos miramos fijo, lentamente acercamos nuestras bocas que se buscan sedientas; el beso es profundo, tan intenso que aumenta la tensión acumulada durante toda la noche; siento sus manos recorriendo mi contorno, subiendo despacio hasta mis pechos, lo miro, suspiro y digo,
_ No, los pechos no, por favor te lo pido, no los toques. –mi voz es suave y suplicante.
_ No, los pechos no, dice mientras los presiona con los antebrazos, tiene toda la perversión reflejada en su rostro, la maldad instalada en su mirada esperando mi reacción, consigue exactamente lo que buscaba, excitarme más de lo que pensé que haría.
_ No, por favor, no lo hagas. –imploro en vano, él, ya tiene sus manos rodeándolos, apretándolos, masajeándolos, pellizcando los pezones con tanta fuerza que el placer hace que pierda el sentido de la realidad, siento como el calor sube desde mi entrepierna hasta mi rostro, cómo mi humedad que parece un tsunami inunda toda mi zona íntima; mis manos se aferran a sus brazos tan fuerte como pueden, sé estoy perdida cuando un gemido de placer se escapa de mi boca. Necesito ser suya.
_ ¡Ay perdón, cierto que no querías! ¿Verdad? –su tono es demasiado mordaz.
Suspiro mientras contengo las ganas de acabar, no lo puedo creer me estoy auto-denegando el orgasmo.
_ Justamente por eso no quería. –respondo mientras intento discernir entre alejarme o volver a besarlo. No logro desenmarañar mis pensamientos que su boca esta nuevamente pegada a la mía y nuestras lenguas libran una batalla de posesivo placer. Suspiro, lo miro consciente que el deseo está reflejado en mi rostro, que mi cuerpo, lo expone completamente, solo espero que diga las palabras que más deseo oír en este momento ¿Vamos?
Cierro los ojos anhelando que el tiempo se detenga en este mismo instante, separa su cuerpo, toma mi mano de forma posesiva sin decir una palabra empieza a caminar; bueno él camina, se podría decir que yo corro a su lado en silencio; durante unas cuatro cuadras por una calle arbolada iluminada con los faroles que se esconden entre el espeso follaje dejando las veredas a media luz, un auto que pasa a nuestro lado con la música sonando a todo volumen me abstrae de mis pensamientos –qué música tan fea, odio el reggaeton- pienso mientras sigo flameando a su lado.
Entramos a un hotel solicita una habitación nos asignan una que queda en el quinto piso, al final del pasillo está en ascensor nos informa el señor de cara seria que nos atiende en la recepción, recorremos el pasillo de alfombra roja iluminado con faroles amarillos, ¿Será una coincidencia o una señal?
Hoy, todo está iluminado de amarillo, pienso mientras caminamos y apretó fuerte su mano. Nos metemos en el ascensor donde me abraza y me besa con pasión, cuando se detiene otra vez me toma la mano, apretando los dedos cada vez mas ímpetu, entramos cierra la puerta y nos besamos como si de ese beso dependiesen nuestras vidas, nuestras manos recorren los cuerpos, siento su erección en mi pierna e instantáneamente bajo la mano, acaricio su pija dura que chorrea sus fluidos, subo y bajo mi mano, acaricio su cabeza, quiero besarla, jugar con ella con mi lengua, sentir su sabor, su calor, nuestras manos recorren los cuerpos a su paso los van despojando de la ropa, suspiros y jadeos van llenando el lugar, lo deseo dentro mío siento deseo de atarlo de flagelarlo de jugar con él teniéndolo a mi disposición listo para satisfacer todas mis fantasías. Soy consciente que eso no sucederá él es demasiado vainilla para entrar en mis juegos perversos, con suerte conseguiré que mi lado masoquista se sienta un poco complacido.
Busco nuevamente su boca, la deseo muerdo su labio inferior entrelazando mis dedos en su cabello, lo sostengo fuerte, recorro su cuello con mi lengua muerdo suave la oreja, tiro de su pelo bajo mi mano recorriendo toda su espalda hasta su cola la presiono con fuerza y en seco le doy un chirlo que resonó en toda la habitación, suspiro al sentir sus dedos que se hunden firmes en mi pecho, que lo amasa con fuerza.
_ Más fuerte por favor presioná con más fuerza, lo necesito. –las palabras salen dulcemente de mi boca cerca de su oído. Toma el pezón entre dos dedos, lo presiona, gira vuelve a amasar mis pechos con fuerza le pido que no se detenga, nuevamente presiona mi pezón; mientras pienso como me gusta que haga eso, acabo, ahí parada dejando un charco en el piso.
Él, es el demonio que mejor arde en mi propio infierno.
Vamos caminando lentamente hacia la cama aumentando la presión que ejerce sobre mis pezones cada vez que da un paso, me aferro a sus brazos enérgicamente buscando un puerto seguro, entre besos, caricias y presiones, caemos sobre el colchón donde se desata todo un torbellino de pasión, cuando él introduce sus dedos en mi concha húmeda y caliente empujando sus dedos con tanta fuerza que cada embestida duele, pero es un dolor placentero liberador. Jamás había pensado que se podría sentir tanto placer como el que me dan sus manos al ejercer dolor sobre mí cuerpo, su lengua en cada beso, gimo jadeo esto es puro placer, un placer adictivo que me genera desear mas y mas. No sé cuántos orgasmos me proporcionó, perdí la cuenta.
Anhelo brindarle tanto placer como él me da, bajo de la cama, me arrodillo entre sus piernas coloco su pija entre mis tetas, la presiono y la cojo entre ellas al mismo tiempo con la lengua voy jugando con su cabeza mirándolo a los ojos, me agrada ver su expresión de placer. Él pone su mano en mi cabeza y al momento de acabar la empuja hacia abajo así todo su leche tibia y espesa explota en mi garganta; me quedo quieta hasta que libera todo su morbo en mí, apoya la mano en mi hombro acariciándolo, termino de limpiar su pija, saboreo su fluido percibo su olor me agrada en realidad me excita y mucho, él baja su mano a mi pecho cuando presiona nuevamente el pezón clavando el resto de los dedos libre en la blanca superficie tengo otro orgasmo.
Me incorporo, voy hasta un bolso de cuero rojo y negro que llevaba en la mano cuando llegamos, retiro un par de objetos, giro lentamente sobre mis talones lo observo con todo el morbo y la perversión en mis ojos me siento a su lado acariciando su suave piel con una chalina negra, muerdo mi labio y digo,
_ Esto es algo que me gustaría hacerte, pero sé que no será posible, por eso te voy a enseñar la manera correcta de hacerlo. Me levanto camino los pocos pasos que había hasta la pared, me paro de cara a ella con las manos y las piernas separadas.
_ Ahora, quiero que con la chalina, vendes mis ojos, agarrá el flogger y pasa tu mano por el cabo tomá el mango y usando solo la muñeca, me vas a spankear aumentando sutilmente la intensidad. Lo hace por un largo rato, y aunque no lo puedo ver, noto el placer que siente al hacerlo, sus demonios que estaban reprimidos son liberados generando una sensación nueva, diferente, algo que él jamás había experimentado, tanto que lo excita mucho más de lo que pensé que lo haría.

Deja el flogger de lado, se acerca a mí por detrás ordenando que saque cola, me penetra con fuerza, tomándome del pelo con una mano y apretando fuerte el pecho, me coge parada contra la pared, todo está tan lleno de una adrenalina rebalsante de morbo y perversión que los sentidos se exacerban proporcionando una experiencia extremadamente placentera que me lleva a acabar varias veces. Se detiene me toma de la cintura y me lleva a la cama, me pide que me ponga en cuatro y arremete nuevamente esta vez en mi culo, ufff... cuánto placer como me gusta que haga eso, me toco para aumentar el placer que él me da, acaba dentro mío, me da un chirlo, me saca la venda, se tumba a mi lado.
_ Esto que acabas de hacer conmigo es lo que me agrada hacerle a los sumis. –digo risueña.
_ Con ellos podés, conmigo…NO, eso jamás pasará. – afirma. Pero sé muy bien que tarde o temprano, querrá probar.
Nos quedamos acostados uno al lado del otro tomados de la mano, mirándonos a los ojos, sonriendo, obsequiándonos suaves besos sobre los labios, recuperando energía para la próxima sobredosis de lujuriosa perversión.
Gotitas de Pasión
Integrante de Mazmorra

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