lunes, 31 de marzo de 2014

Cuando somos las perras que somos...

El beso y la lengua en ese contacto forman una célula inseparable. En el beso ambas personas están en un mismo nivel, por más que una sea dómina y la otra, sumisa. Mas cuando asumimos in totum nuestra condición de perras, el único modo, la única forma de transmitir nuestro sentimiento hacia la vara que nos zahiere o el látigo que nos incita es lamiendo la mano de quien maneja esos y otros elementos para liberarnos de improntas tóxicas y egoístas.

 
Lamemos, entonces, como lo hacen las perras de cuatro patas, con respeto y sumisión hacia quien nos enseña, nos cobija, nos protege y que también, eventualmente, cura las marcas y hasta las heridas que el desarrollo de sus enseñanzas deja en nuestra piel.

 
Pero el grado de sumisión y de entrega totales, donde no dejamos resquicio para que se dude de lo que somos se verifica y concreta cuando con fruición y afecto, lamemos los pies, los zapatos, las botas de la persona a quien servimos. Allí, me parece, se da la conjunción perfecta de la sumisión y de la entrega hacia ese otro ser que tanto nos sacrifica para hacernos cada vez más dóciles a incorporar conocimientos en este ámbito alucinante y conmovedor que es el BDSM.

 Aquí, entonces, la demostración de lo que digo, en el arte de María Beatty.



Gracias por visitarnos. Que estén bien.

Soledad FAB.

"L'Equip"




  


1 comentario: