El beso y la
lengua en ese contacto forman una célula inseparable. En el beso ambas personas
están en un mismo nivel, por más que una sea dómina y la otra, sumisa. Mas
cuando asumimos in totum nuestra condición de perras, el único modo, la única
forma de transmitir nuestro sentimiento hacia la vara que nos zahiere o el
látigo que nos incita es lamiendo la mano de quien maneja esos y otros elementos
para liberarnos de improntas tóxicas y egoístas.
Lamemos,
entonces, como lo hacen las perras de cuatro patas, con respeto y sumisión hacia
quien nos enseña, nos cobija, nos protege y que también, eventualmente, cura las
marcas y hasta las heridas que el desarrollo de sus enseñanzas deja en nuestra
piel.
Pero el
grado de sumisión y de entrega totales, donde no dejamos resquicio para que se
dude de lo que somos se verifica y concreta cuando con fruición y afecto,
lamemos los pies, los zapatos, las botas de la persona a quien servimos. Allí,
me parece, se da la conjunción perfecta de la sumisión y de la entrega hacia ese
otro ser que tanto nos sacrifica para hacernos cada vez más dóciles a incorporar
conocimientos en este ámbito alucinante y conmovedor que es el BDSM.
Aquí, entonces, la demostración de lo que digo, en el arte de María Beatty.
Gracias por visitarnos. Que estén bien.
Soledad FAB.
"L'Equip"
Muy bueno el texto.
ResponderBorrarMorbosoCruel