sábado, 7 de mayo de 2016

Sexo anal

Creo que para todas es la entrega total. Porque es mucho más mental que orgánica aunque en ocasiones duela como si nos atravesaran con un hierro candente. Justamente, al menos para mí, esto último es lo que me excita sobremanera. Al no contar con esa glándula fundamental para el orgasmo masculino, debemos aprender a extraer placer del dolor; de esa falsa sensación de querer defecar. Concentrarnos en la penetración que nos somete y responder a sus embates con lo mejor que hemos aprehendido en tantas camas. Y también dejar de lado ciertos pruritos del siglo pasado.


En lo personal tengo una especie de pre-encuentro que paso a relatar.



  • 1. Ir al baño, defecar.
  • 2. Hacernos enemitas cortas de agua corriente. Descargar en el váter hasta que el agua vuelva tan transparente como nos entró. (Nota: Atención con esto que la frecuencia puede alterar gravemente la flora intestinal)
  • 3. Meternos vaselina líquida y sentarnos en el váter para que escurra completamente. (Nota: si el galán no es seguro, entonces meternos gel acuoso que no ataca el látex del condón)

Lo que no se puede asegurar es que si hay más de una penetración anal, la segunda no produzca algún tipo de "teñido" del pene que nos satisface. Si, por acaso, él nota que sale "chocolatada", no dudemos en limpiársela con nuestra boca. Al fin de cuentas lo que cubre un poco su pene es nuestro. Ello impulsará más aún la excitación del compañero sexual.


Y tener presente los ejercicios Kegel, porque así como movemos voluntariamente los músculos vaginales, de igual modo lo hacemos con los rectales. Una de las formas que los vuelve locos es pedirles que se queden quietos, movernos nosotras y a la vez, masajearlos.

Pocos aguantan sin acabar.


Bueno, espero haber aportado algo.
Besos
delicatae

Soledad FAB


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